Puntaje del Disco: 6
- Here to Stay: 9
- Make Believe: 3
- Blame: 4
- Hollow Life: 8
- Bottled Up Inside: 6
- Thoughtless: 8
- Hating: 5
- One More Time: 7
- Alone I Break: 7
- Embrace: 8
- Beat It Upright: 3
- Wake Up Hate: 5
- I’m Hiding: 4
- No One’s There: 4
Año 2002. El siglo XXI ya estaba instalado con comodidad. Las computadoras finalmente no enloquecieron, las Torres Gemelas fueron borradas de dos avionazos y, en Argentina, la economía y la moral social se habían ido al carajo. En medio de ese panorama desolador, KoRn, la banda que a mediados de los 90 había definido lo que sería el sonido pesado del futuro, se encontraba en una silenciosa invisibilidad. Su cuarto trabajo, Issues, fue sólido, pero ya habían pasado tres largos años desde eso y los jóvenes ansiosos de Nü Metal viraron su atención a bandas nacidas en el género, como Limp Bizkit, Linkin Park, Slipknot, System of a Down o Papa Roach.
En medio de peleas internas que ya erosionaban al grupo, los californianos se encerraron en un recinto de Arizona para intentar poner paños fríos y componer un nuevo disco. El aislamiento no funcionó. Salvo por Jonathan Davis, el cantante recientemente sobrio, el resto de los integrantes se la pasó de joda en joda y la composición de canciones se demoraba. El álbum, editado con el título Untouchables, tardó dos años en terminarse, terminó costando 4 millones de dólares y, para colmo, no obtuvo la repercusión esperada, ya que fue uno de los primeros casos en los que un disco fue filtrado en alta calidad por Internet antes de su salida.
Enfocándonos en la música, tenemos una suerte de “Issues parte 2”, en una versión amortiguada. Si bien KoRn ya había perdido la virulencia de sus dos primeras placas, el productor de este trabajo, Michael Beinhorn, se obsesionó con obtener un sonido de alta calidad: llenó la sala de micrófonos, estiró la grabación de cada instrumento durante meses, insistió en rehacer partes y hasta se dio el lujo de grabar el disco en 96 kHz de fidelidad, algo inédito hasta el momento. Lejos de beneficiarlos, todos estos trucos terminaron afectando el agresivo estilo de Korn.
¿Y las canciones? Abrimos con “Here to stay”, también primer single y definitivamente el mejor tema del disco. Clásico instantáneo que aún hoy es obligatorio en cada concierto. De allí en más, se sucederán tracks anodinos (“Make Believe”, “Blame”, “Hating”, “I’m hiding”), singles efectivos (“Thoughtless”, “Bottled up inside”, “One more time”, “Alone I break”, “Embrace”), coqueteos con la música Industrial (“Wake up hate”) y lo más cercano a una balada que Korn hubiera grabado hasta el momento, la bella y oscura “Hollow Life”.
Podríamos concluir que la mitad del disco son buenas canciones, la otra mitad relleno. Pero incluso las composiciones que valen la pena sufren la producción de Beinhorn. Las guitarras de 7 cuerdas afinadas un tono abajo características de Korn, diseñadas para ser una patada en las tripas, suenan acá comprimidas, como un búfalo furioso, dispuesto a dar pelea, pero que ha sido sedado y encadenado. El pulsante bajo de Fieldy quedó enterrado imperceptiblemente en la mezcla y a la batería de David Silveria no le hubiese venido mal algo de reverberación que le diera más cuerpo.
Untouchables no es un mal disco, pero no estuvo a la altura de las expectativas luego de tantos años y dólares invertidos en él. Aun así, todavía es una buena escucha, especialmente en un equipo de alta fidelidad.
Camilo Alves