La mayoría de milenials llegamos a escuchar de esa chica en Disney Channel llamada Hannah Montana, que tambien era el nombre de la sitcom/serie con el sello inconfundible del ratón miguelito. Yo era más de Kenan y Kel o Malcom, así que nunca llamó mi atención de manera genuina. Eso ocurrió hasta que la vi montada en una bola de demolición y lamiendo un martillo.
Si bien sabemos que las estrellas de Disney en muchas ocasiones están destinadas al olvido, con Miley sucede algo curioso. Ella lo arriesga todo para no quedarse en el limbo como Hilary Duff o Miranda Cosgrove. Siendo que la imagen que vendía en un principio era juvenil e inocente.
Después de una decena de álbumes, Miley nos quiere convencer de que es una artista vigente y fresca, aferrándose a un estilo comercial donde hay otros exponentes del «género» que lo hacen infinitamente mejor.
El álbum empieza con «Mother’s Daughter», donde lo que importa es generar un material que permanezca el mayor tiempo posible en la mente, dando énfasis en una letra y ritmos pegajosos y no por lucir la increíble voz que caracteriza a Miley. Y bien que mal lo logra junto con el siguiente track «Unholy».
Después de esto el contenido va a menos, siendo «The most» un intento por mostrar una variante a lo que veníamos escuchando. Esta melodía se percibe mucho más tranquila y relajante donde si te relajas de más llegas a dormirte. Pero se agradece ese cambio, sin llegar a ser relevante.
Podemos concluir que este material no es el mejor y que está lejos de serlo, y si bien es llevadero durante los primeros tracks, se cae al final rotundamente.
Hace mucho no escribo, pero no está de más retomar los hábitos de vez en cuando. En este caso ya tenía marcado en el calendario que en noviembre en Argentina iba a tener un maratón de recitales: Taylor Swift, los Red Hot, The Cure, Blur y nada menos que Rogelio Aguas.
Recuerdo que cuando compré la entrada para ir a ver a Roger, el campo delantero salió más de $60.000 (pesos argentinos). Que era bastante dinero para entonces, pero con la inflación que hay en el país, ir a ver a la selección argentina de futbol sale el doble de lo que pagué las entradas para Waters.
En fin, noviembre llegó y Roger se presentó dos veces en River. La segunda noche, a la que asistí, fue ayer. Y fui al recital sin investigar mucho que me iba a deparar para “sorprenderme”. Solo tenía dos datos: que el show duraba 2 horas aproximadamente y que el día anterior había comenzado a las 21:20hs.
En este caso, comenzó bastante puntual. La puesta de escena en la previa mostraba 4 pantallas gigantes en el escenario que iban marcando cada 5 minutos cuánto faltaba para que comience. Hasta que empezó unos minutos después de las 21hs.
La apertura fue con “Confortably Numb”, en una versión más oscura, retumbante, atmosférica y menos guitarrera que la original. Desde entonces se sucederían mayormente temas de Pink Floyd con algunos de su carrera solista, que de por sí iban a configurar un Show que tenía mucha carga política.
Ya de por sí los discos de Pink Floyd son bastantes críticos con la sociedad y los gobernantes. Pero el Show parecía armado para mostrar de manera constante cual es la “política” de Waters, la cual podemos resumir en No a la Guerra y Sí a los Derechos Humanos. De hecho, en la previa del recital, aparecería el mensaje de que “Si no te gusta la política de Waters, te podes ir a un Bar”. ¿Y por qué te manda a un Bar? Roger lo explicó justamente cuando interpretó “The Bar”, diciendo que para él es un lugar en el que se puede opinar de cualquier cosa. Además, previo a ello, también se tomó unos minutos para hablar sobre la polémica en torno a los Hoteles que lo rechazaron para hospedarse en Argentina, al tildarlo de “antisemita” en sus opiniones. Básicamente, los mandó a la mierda (con nombre y apellido) y dijo que estaba en contra de la guerra.
En fin, vayamos al aspecto del espectáculo en sí. Primero hay que destacar a la banda que lo acompañaba, que en vivo lograban tener un sonido bastante sólido. El despliegue técnico era impecable en todo momento, especialmente en temas como “Shine On You Crazy Diamond”.
Y si buscamos los momentos más destacados, en la primera mitad fue muy celebrada “Another Brick in the Wall”, que demuestra que es un clásico que trasciende todos los tiempos. También fue muy emotiva “Wish You Were Here” dedicada a Syd Barrett. Y “Sheep” del discazo Animals, fue muy bien ejecutada y de los momentos más “pirotécnicos” por su oveja flotante que sobrevolaba el público (también hubo un cerdo inflable).
En la segunda mitad, muy bueno el combo de The Wall con “In The Flesh” y “Run Like Hell”. Y luego interpretarían la segunda parte de The Dark Side of the Moon completa, desde “Money” hasta “Eclipse”. Un momentazo espectacular.
Fue un muy buen recital, de un Waters que llegó hasta mostrar sus dotes actorales (como un viejo loco en silla de ruedas) y que con sus 80 años de edad, no le pesa seguir interpretando los temas de Pink Floyd con la misma potencia que tenían hace 50 años atrás. Y que cuando interpretaba los de su carrera solista parecía Bob Dylan. Y si no te gusta, te podes ir a un Bar.
En Junio de 2018 tras tres años de espera se daría a conocer, High as Hope, el cuarto álbum de estudio de Florence + the Machine, producido por la propia Florence Welch junto a Emile Haynie orientándose a una búsqueda entre minimalista, melancólica y apasionada explorando temáticas como el desamor, la espiritualidad y la soledad.
Con este nuevo lanzamiento Florence + the Machine vuelve a los primeros planos apoyándose en temazos como “June”, “Hunger”, “South London Forever”, “Patricia” y “No Choir” y en los extraordinarios registros vocales de Welch, una de las principales cantantes femeninas dentro de la escena musical moderna.
Además de que siempre es un placer escuchar la voz de Florence Welch y sus nuevas ideas, High as Hope es su trabajo más directo, sincero y marca el crecimiento personal de una artista que continuaría sorprendiendo en sus siguientes pasos.
Wilco es una de esas bandas que en cada álbum que lanzan te sorprenden por la solidez de sus trabajos y simultáneamente por seguir puliendo su música. En Ode to Joy la banda de Chicago nos regala un álbum que es atmosférico y simultáneamente sus atmósferas están llenas de detalles. Los arreglos de guitarra (que vienen de Nels Cline) combinados con la percusión retumbante quedan muy bien. Describen un álbum que invita a relajarte y a descansar los oídos. Un fiel reflejo de ello es “Bright Leaves”, un gran tema, cautivante, que crece por sí solo, y que toma cosas de otros discos como Yankee Hotel Foxtrot.
La intensidad del álbum va variando en su recorrido, pero siempre hay una constante: el acompañamiento de guitarra acústica, el marcado sonido de su batería y las muy buenas melodías de Jeff Tweedy. Si nos detenemos en este último punto, melódicamente tienen un equilibrio entre ser muy “Beatles” o acercarse a grupos más complejos como Radiohead. Ese balance hace que el disco sea muy sólido y simultáneamente muy agradable de escuchar de principio a fin.
Es tan así que cuesta elegir canciones que sobresalgan sobre el resto. Pero el encanto que logran en números como “Before Us” y “One and a Half Stars” o el Pop Rock de “Everyone Hides” son solo algunos buenos ejemplos de esta hermosa joya llamada Ode to Joy.
Injustamente vapuleado por algunos Instict (1988), cierra una nefasta década del ochenta en lo musical para Iggy Pop que se había orientado al pop con pocos buenos resultados, con una vuelta al Hard Rock sólido que sentarían las bases para su resurrección a comienzos de los noventa con dos bombazos de lo mejor de toda su amplia carrera como fueron Brick by Brick (1990) y American Caesar (1993).
Dos factores ayudaron a Iggy a retomar el rumbo y darle una impronta más roquera a lo que venía mostrando en los últimos años, en primer lugar, la participación estelar del guitarrista de Sex Pistols Steve Jones en todo el álbum y la elección del productor Bill Laswell quien venía trabajando con artistas como Motörhead, Peter Gabriel y Mick Jagger en los últimos años.
Sin ser una maravilla y si bien Instict no cuenta con temas demasiado memorables, los mejorcitos son “Cold Metal”, “Easy Rider” y “Tuff Baby”, consigue su objetivo principal, el de demostrar que «La Iguana» no estaba acabado y que mejores tiempos se avecinarían para él.
La pandemia parece algo cada vez más lejano en el tiempo. Se ven pocos barbijos y la gente abarrotada sin preocupaciones. Todo eso acompaña el aumento de los eventos masivos. ¡Bienvenido sea la “recuperación de la normalidad”! ¡Bienvenidos sean los recitales!
Junto con Piro, asistimos al recital de Liam Gallagher en el Movistar Arena, un lugar que se está transformando en una moda a la hora de celebrar conciertos en Buenos Aires. Y debo decir que es un estadio realmente muy bueno para aprovechar este tipo de eventos.
Respecto de Liam, hay que decirlo, para nosotros se trata de revivir nuestros años en los que escuchábamos Oasis como una de nuestras primeras bandas predilectas. Y para mucho del público allí presente también.
Como los viejos chotos que ahora somos recurrimos a la comodidad de la platea, en lugar de la vorágine exacerbante del campo que habremos disfrutado en otros años. Y debo decir que las caripelas que nos rodeaban, que pertenecen a nuestra generación, parecían hacer tenido la misma idea. Treintañeros y cuarentenos que en los noventa y principios del 2000 habrán disfrutado de Oasis, ahora asistieron para ver al menor de los Gallagher, sabiendo que en su repertorio iba a interpretar clásicos de Oasis (sin importarnos tanto su carrera solista).
Minutos previos se escuchaba “I Am The Resurrection” de los Stone Roses, poniendo a tono al público, hasta que Liam, como un relojito inglés, saldría al escenario a las 21hs. “Fuckin’ in the Bushes” anunciaría su entrada hasta que comenzaría a interpretar “Morning Glory” para despertar el revuelo incluso en las gradas, donde se veía gente parada saltando y agitando. Lo continuaría “Rock ‘n’ Roll Star” dando un tremendo shock de adrenalina. Y si de estrella de rock hablamos, Liam interpretó las canciones con su voz bastante intacta, o por lo menos, no tan arruinada como en otras presentaciones en Buenos Aires. Por otro lado, pese a tener 50 años, uno espera que haya madurado como persona, pero no parecía el caso. Con su verborragia habitual y con un inglés inentendible, Liam tenía la misma pose de Frontman rockero como si los años no hubieran pasado. Como diría Piro: “es la antítesis de Chris Martin”.
En su Setlist empezarían a aparecer temas de su carrera en solitario como “Wall of Glass” y “Everything’s Electric”. Hasta que reaparecerían las canciones de Oasis, en una selección poco habitual, como el clásico de Be HereNow “Stand By Me”, la agradable balada de Standing “Roll It Over” y uno de los mejores temas de Definetly Maybe, la intensa “Slide Away”.
Promediando el show, Beady Eye diría presente con “Soul Love”, para luego darle pie a más temas de Liam: “More Power”, “Diamond in the Dark”, “The River” y “Once”. Pasada esa seguidilla, comenzaría a preparar su despedida con clásicos de Oasis que marcaron el Brit Pop de los noventa, tal es el caso de “Some Might Say” y “Cigarettes & Alcohol”, hasta que finalmente llegaría la balada insignia y más rutilante de Oasis, la esperada “Wonderwall”, como “mentiroso” cierre del espectáculo.
Minutos más tarde, con la fiebre mundialista subida ya a la cabeza en los espectadores, que cantaban a favor de Lio Messi y la selección, Liam retornaría para el encore. Primero dedicaría la eterna “Live Forever” a Diego Maradona para después hacer el cierre definitivo con la majestuosa “Champagne Supernova”.
El público presente se quedaría con las ganas de más, pidiendo por “Supersonic”, pero eso era todo. Una hora y media de espectáculo, en el que Liam demostró tener ganas de seguir cantando y todavía tiene voz para hacerlo. ¿Se cumplirá en algún momento el retorno de Oasis? Por ahora parece muy lejana la posibilidad. Habrá que seguir asistiendo a los shows de los Gallagher por separado.
Tras la aventura artística que significó Welcome to Wherever You Are (1992), INXS con Full Moon, Dirty Hearts, lanzado al año siguiente, no tardó demasiado en retomar la senda comercial de X (1990).
Grabado en la paradisíaca Capri, Italia, los australianos suenan enérgicos y directos, pero a pesar de esforzarse por sonar actualizados la performance general es bastante errática y para colmo de males carece de temas fuertemente comerciales al nivel de “Suicide Blonde” o “New Sensation”.
Solo el sencillo «The Gift» y el dueto con Ray Charles «Please (You Got That …)” obtuvieron algo de repercusión mundial. Con respecto a la colaboración con el veterano artista la misma se gestó cuando la banda ya se encontraba en trabajos de post producción en Paris, donde se cruzaron en el mismo estudio con Ray y lo invitaron a participar del tema, que finalmente se concretaría en el propio estudio de Charles en Los Angeles.
Full Moon, Dirty Hearts terminó siendo un híbrido entre el sonido clásico de la banda, que los hizo ser lo exitoso que fueron, y la experimentación alternativa de su antecesor no terminando siendo sólido a nivel global a pesar de tener sus momentos. Comercialmente hablamos funcionó mejor fuera de los Estados Unidos alcanzando cimas de los conteos musicales en el Reino Unido y en su Australia natal.
La oriunda de California Phoebe Lucille Bridgers, que forma parte de una sorprendente nueva camada de artistas femeninas de rock alternativo, creció componiendo temas, perfeccionándose como guitarrista y presentándose en la escena local de Los Angeles dejando buenas sensaciones con su primer álbum Stranger in the Alps (2017).
Pero sería con su continuación Punisher de 2020 cuando recibió la aclamación de sus pares y en especial de los críticos especializados. Desde la sombría introducción “DVD Menu”, pasando por los momentos tops como “Garden Song”, “Kyoto”, “Savior Complex” y “I Know the End” se observan las virtudes de Bridgers para componer piezas conmovedoras y cercanas al folk y al indie rock.
Si bien Punisher no es una obra sencilla y tiene sus puntos flojos y monótonos, a nivel global ofrece buenos momentos de buen gusto, calidad compositiva y evidenciando un crecimiento de la artista, en busca de su verdadera identidad y a la espera de despachar en sus siguientes trabajos algo verdaderamente especial para destacar claramente sobre el resto de competidoras.
Con un discazo en los albores de 1970 (The Least We Can Do Is Wave to Each Other) que no funcionó comercialmente como esperaban, Van der Graaf Generator no quiso dejar pasar el tiempo para grabar entre giras y conciertos su siguiente material y lanzarlo en diciembre del mismo año.
H to He, Who Am the Only One tampoco tuvo buena recepción ni un suceso importante en la época, pero se transformó con el tiempo como un ejemplo importante para los críticos de rock progresivo de alto vuelo. En especial temas como el oscuro “Killer” y el épico cierre “Pioneers Over c” son dos piezas de todo lo que puede ofrecer Peter Hammil como compositor para el género.
Además, otros temas sobresalen como la emotiva “House with No Door» y “The Emperor”, que forma parte de la pieza “The Emperor in His War Room”, con colaboración siempre distinguida en guitarra del mismísimo Robert Fripp de King Crimson. Aunque, también es cierto que hay momentos más complejos de la obra con los cuales encariñarse o que resultan algo tediosos.
El arte de tapa fue obra de Paul Whitehead, pintor y diseñador gráfico británico que trabajaba para la discográfica Charisma Records responsable de otras portadas legendarias como Fool’s Mate de Peter Hammill o Nursery Cryme y Foxtrot de Genesis, quién comento verse inspirado por el tema “Pioneers Over c”.
Desde la partida de Randy Bachman, The Guess Who había conseguido reemplazarlo de buena forma con las adiciones de los guitarristas Kurt Winter y Greg Leskiw, pero Rockin’ (1972) significaría la despedida de este último en la mitad de una gira por Estados Unidos y el comienzo del declive de los canadienses.
Rockin’ tiene sus momentos de rock básico, aburrido y monótono, pero a su vez conserva muchas de las virtudes de sus trabajos iniciales con singles sólidos y tremendamente interpretados como “Heartbroken Bopper” y “Guns, Guns, Guns” que junto con “Smoke Big Factory”, “Herbert’s a Loser” y el cierre con “Hi Rockers!” con su combinado “The «Sea of Love»/»Heaven Only Moved Once Yesterday»/»Don’t You Want Me» redondean un resultado más que satisfactorio.
A diferencia del suceso de Bachman-Turner Overdrive II (1973) y Not Fragile (1974) de Randy Bachman, la popularidad de Burton Cummings y The Guess Who declinó bastante en Estados Unidos, con excepción de su Canada natal donde la banda supo apoyar la continuidad de su carrera durante los años setenta.
F.V.
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