Puntaje del Disco: 8
Disco 1
- “Brandemburg Gate”: 7
- “The View”: 8
- “Pumping Blood”: 8
- “Mistress Dread”: 8,5
- “Iced Honey”: 7
- “Cheat On Me”: 5,5
Disco 2:
- “Frustration”: 6
- “Little Dog”: 7,5
- “Dragon”: 8,5
- “Junior Dad”: 9
A la hora de encarar este disco me he visto con varias dificultades. Primero, la polémica que resulta siempre a la hora de nombrarlo. Segundo, la oportunidad de comunicar una visión mucho más positiva que la gran mayoría, que bien entendemos, son negativas.
“Lulú” es un álbum que podríamos llamar de corte conceptual, de esos álbumes difíciles de entender todavía sin haber entendido nada. Me refiero a que hay muchos grupos y discos en los que no entiendes absolutamente nada del mensaje musical pero que sin embargo te encantan. Con Lulu es al contrario: por más que lo intentes una y otra vez en tomar una postura paciente y detectivesca con los mensajes que entraña la obra musical es difícil sacar conclusiones.
Lou Reed, ya es de saber, es el artista musical con más despecho y poder de reinvención que ha habido nunca. Digamos que nunca nos lo ha puesto guisado y en bandeja. Sin embargo, creo adivinar una cierta frescura en Lulu que lo pone a la delantera de muchos discos modernos. Ya lo hizo con la Velvet Underground y parece que lo volvió a hacer con Metallica: ir un paso por delante de los artistas y las obras del momento.
No es ya por mitificar el que es el último disco de Lou Reed, pero en Lulu existe claramente una vuelta de tuerca a eso que ya hizo con Warhol: es la visión moderna del The Velvet Underground & Nico. Lo único que cambia son los músicos y el estilo. Pero los cimientos son los mismos: el caos, la asonancia y las ganas de reventarlo todo, que en su día dieron pie al surgimiento del rock alternativo, la new wave y el punk.
Y es que no podemos hablar de Pixies, Nirvana, Joy Division, My Bloody Valentine o Sonic Youth sin mentar a Lou Reed y sus experimentos. Y esto son solo ejemplos, pues la lista ya viene a ser muy larga.
Lulú comienza suave y dócil. Un primer acorde de guitarra acústica sin control del ritmo en “Brandemburg Gate” y un estribillo donde se empiezan a oír por encima los coros de James Hetfield, acompañados de riffs sencillos de guitarra. El siguiente corte y single del disco, “The View” es de lo mejor del disco, o al menos, de lo que se puede escuchar del disco. Un poema de diez muy del estilo Lou con la furia trash de Metallica. Una descarga total de versos sobre un ritmo de batería a golpe de bombo magistral.
La tercera canción, la larga y ácida “Pumping Blood” es la primera apuesta fuerte del disco. De nuevo, Lou Reed se sirve de los ritmos violentos de la banda de Hetfield para descargar sus aullidos de un hombre en estado de enajenación mental. El final es de lo mejor del disco, apoteósico hasta decir basta. Con “Mistress Dread” ya muchos abandonan. Cuando afirmaba que Lulú era una reversión moderna de The Velvet Underground & Nico iba en serio, y en esta canción se intuye: tiene el mismo esquema de “All Tomorrow´s Parties”. Solo que en vez de estar influido por el rock and roll y el pop psicodélico de la época (muy Jefferrson Airplane & Co.), aquí ya la música está madurada y avanzada. “Mistress Dread” es todo un reto para los oídos y no apta para cardiacos. Cuando parece que no puede ir a más, va a más. Sin descanso ni respiro.
“Iced Honey” es el formato más convencional de los éxitos a los que nos tuvo acostumbrados Reed. Muy cercana a clásicos como “White Light/White Heat” o “Rock&Roll”. “Cheat On Me” es de lo peor del disco, siendo una canción que tarda en arrancar demasiado y, para cuando lo hace, no es ni mucho menos para tanto, con esas voces de Hetfield sin aparente sentido y Lou Reed rematando una canción que no supieron cómo terminar.
El segundo disco arranca con “Frustration”. Otra de las canciones más desconcertantes del disco, donde se pueden encontrar fusiones de cabaret con trash. Muy difícil de escuchar pero digna, quizás, de investigar y analizar. “Little Dog” vuelve a la estructura de “Cheat On Me”, solo que esta se aprecia mucho más completa y consciente. Aquí acaban la canción, en “Cheat On Me” la resuelven. Canción in crescendo que tiene un buen proceso y final. “Dragon” nos da la salida del disco. De lo más arriesgado del disco, recuerda mucho a ese último track del ya mencionado Álbum del Plátano, “European Son”, donde parece que la canción no va a acabar nunca. Como en “Mistress Dread”, la canción no da ni un segundo de respiro, tan solo al principio, con unos agudos rugidos de guitarra que te sitúan dentro de la atmósfera poética de Reed. Cuando arranca, es imparable. De lo mejor del disco.
“Junior Dad” ya es otra cosa. Siendo, en mi opinión, una de esas obras maestras de Reed que emocionan hasta la médula, en el límite exacto desde donde no podía dejarnos dormir una canción de lo buena que es, ese roce con lo infinito por parte de un artista de un calibre excepcional que ofrece unos callados versos (que recuerdan a canciones tan inolvidables como el “Hurt” de Johny Cash), acompañados de estructuras armónicas de guitarra muy en la línea de temazos más soft de la banda metalera como “The Unforgiven” o “One”. Una auténtica obra maestra, y no es casualidad que se sitúe en la última posición del set-list: Lou Reed ofrece el premio a aquéllas buenas gentes que hayan sido capaces de escuchar el disco entero. Después de toda la pesadilla de zarandeos con guitarra, ruidos infernales, versos en estado catatónico e infartos de miocardio musical, aparece la suavidad y la elegancia.
Es un lujo contar con artistas que arriesguen tanto. Lulú es un álbum que no redondo, necesario en la amplia discografía del autor neoyorkino. Un disco que no cuela en la discografía de Metallica, pero sí en la de Lou Reed. Un último álbum que el músico de Nueva York nos dejó con un deseo intrínseco de no pasar jamás inadvertido, de seguir investigando allí donde nadie se ha atrevido, y así quizás rozar la genialidad más plena, y llenar de lágrimas y buenos recuerdos a todos esos fans que saben que ya no habrá más Reed desgraciadamente a causa de su reciente muerte. Lou Reed, en contra de lo que muchos críticos quieran afirmar, nos deja una de sus mejores obras con Lulú.