I’m searching for something which can’t be found,
but I’m hoping.
Petrus Thomas Ratajczyk
Mi abuela de ochentaitrés años tenía un gato de trece y medio. Dos años después, la muerte fue a su casa, tomó el té y pidió la mano de mi abuela. El gato, infatuado y piromántico, se ofreció en su lugar. La muerte aceptó el trato, el gato murió por ambos, y mi abuela tiene ahora noventainueve años de edad.
Las hojas caen.
La lluvia cae.
La piel se derrite.
El alma se pudre.
Luego la primavera seduce los días. Y en otoño cumple cien.
La vieja está más lúcida que los filósofos. Su corazón se detiene durante catorce segundos cada día a las tres de la tarde con cinco minutos. El opaco añil de sus uñas destruye la realidad. Sus ojos camaleón encuentran la vasija dorada al final del arcoiris. Todos los sábados llega la muerte a tomar el té con mi abuela; comparten, sin dilogías obligadas, una química pseudogásmica y una apatía necromórfica. Luego, la muerte se va en solitud y la vieja se queda, al menos otro año, sola y sin gato.
Kobda Rocha