La gracia de seguir siendo

Increíble pensar que en realidad solo vivimos por los demás. Parece tonto, pero generalmente es así. ¿Quién puede sentirse pleno al recibir un balazo que siempre duele, aunque el corazón ya este blindado?. ¿Cuándo y quién nos enseña a mirar adelante, dejando atrás la burla?. Seguir se sigue, … todos lo hacen. Pero la huella no se borra y es lo que amarra a una orilla de la que muchos ni siquiera parten. Es cómoda la derrota. Es fácil arrodillarse.

La experiencia sirve poco. Trae temor y resentimiento que no se traga con una sola noche de olvido. Que estúpido te vuelve el saber de antemano lo que sucederá. Esa cautela marica de evitar hacer, para después no padecer. Y así se deja pasar. Laissez faire total. Es dejar marchitar el libro antes de escribirlo. Es tirar las herramientas, en lugar de intentarlo una vez más y pensar que quizás la que viene es la que vale.

Las cuestiones familiares son cuestiones ineludibles. Quien esta. Quien se fue. Quien vino. Quien se quedó. Quien reapareció. Quien no estuvo nunca y de repente esta acá. Quien estuvo desde el principio, pero se cansó. Quien se fue para no volver. Quien no te ve jamás y cuando lo hace te pregunta banalidades. Quien siempre fue una mierda y el presente lo desnuda de pie a cabeza. Quien vale más es el más criticado.

El ser humano es un ser social por naturaleza decía Aristóteles. Lástima que al día de hoy esa misma sociedad que te crea, por naturaleza propia espera verte rodar. El morbo es lo esencial. El comentario vecino de la señora que no sabe que su hijo trafica y habla a los gritos señalando con el dedo al nieto de la finada de al lado. En eso se reduce la hipocresía del ser humano. Tan civilizadamente idiota para no darse cuenta que la unión y el amor también existen y son reales.

José Larralde bien lo supo expresar: “Nunca se meta ni pase por juez de problema ajeno. El rancho suyo está lleno de cosas por arreglarse”. Sin embargo, nadie le hizo caso. En el fondo somos todos tan parecidos, que pecamos prácticamente por esencia. Por ingenuidad misma de seguir siendo niños que se tropiezan por no saber bien como atarse los cordones. Porque escuchamos como se hacía, pero en la práctica todo es diferente. Y la calle puede ser muy dura para los dientes.

Solo Dios sabrá entonces la gracia de seguir siendo así. El sentido de tirar las cartas, guardando ese as bajo la manga que siempre se nos cae antes de ganar. Porque ventajear es la idea. Siempre estar delante de los demás. Si Maquiavelo viviera estaría orgulloso de su legado. No importa el camino, solo llegar. No importa cómo ni a quien habrá que pisar. ¿Llegar a dónde? es la pregunta. ¿Que nos hace creernos más?.

David Rodriguez

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