Avulsiones desde el nosocomio

 

I am the push that makes you move.
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Por alguna razón (asaz enigmática), los políticos escucharon a los filósofos por primera vez en la historia de la humanidad e hicieron todo cuanto propusieron los académicos. El viernes 16 de noviembre de este año (2018), al concluir el XIX Congreso Internacional de Filosofía, los acilos para locos abrieron libremente sus puertas para no retener enclaustrado a nadie nunca más.

Por alguna razón (asaz extraña), los locos no quisieron salir ni tomar al mundo en sus manos. Fue como si se sintieran a salvo en tanto fueran tratados como dementes [demens]. Algunos, los no tan locos, escaparon al momento, alegres y aliviados. Otros, los no tan cuerdos, trataban de argumentar sinsentidos y preguntaban atentos a tantos ‘cambios tontos’ —ésas fueron sus palabras. Pero otros, los de veras locos, no dijeron nada, no hicieron nada; ignorando el embrollo por completo, permanecieron encerrados a voluntad.

Los filósofos no tardaron en filosofar en torno a la reacción (o irreacción) de los locos. Todavía no hay nada concluyente, pero los rumores dicen que la realidad, si conceptual [cogito ergo sum], es una invención intelectual del homo sapiens sapiens supradesarrollado, id est, de los locos. Y, debido a esta perspectiva cosmogónica, muchas personas (en su mayoría artistas —de entre los cuales destacan los poetas—) han ido a internarse a los psiquiátricos junto a estos locos naturales para, con ello, encontrar la verdad, la belleza y el bien del universo [καλοκαγαθία]. En el manicomio, dicen, está el fidedigno sentido de la vida; lo de afuera, el mundo en que hemos vivido hasta ahora, es un reclusorio imaginario, una mentira inexistente. En realidad no existimos sino porque algún loco nos debe estar imaginando.

Kobda Rocha

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