Vivo porque sobrevivo,
porque aunque no quiera tengo que cargar conmigo.
Ricardo Arjona
Todas las personas que conozco —o conocí— ahora tienen empleos, familias, matrimonios, hijos, problemas, deudas, metas, planes, amigos, celebraciones, preocupaciones, y un montón de cosas más. Todo el mundo despierta con una responsabilidad: escuela, trabajo, familia, impuestos, algo. Todos tienen cosas qué hacer; todo el mundo es en el mundo… menos yo.
¿Yo? Despierto porque no no-despierto; es decir, daría lo mismo si no despertara. No tengo nada por qué levantarme, no tengo nada por qué vivir. No le sirvo a nadie para nada, no le sirvo a nada para nadie. Algunas veces barro, sacudo, trapeo, limpio, lavo, cocino, hago de ama de casa; luego escribo un poco para recibir unas monedas y seguir despertando a diario. Otras veces salgo a gestionar eventos, a hacer presentaciones editoriales, a recitar poemas en foros invisibles, a conocer gente importante, a ganarme el título de escritor.
El mundo se compra carros, joyería, zapatos, ropa, televisores, teléfonos; yo leo novelas que daría lo mismo si jamás se hubieran escrito. El mundo sale a pasear, va al cine, se divierte, se emborracha (aun los otros escritores); yo me recuesto en el sillón a pensar miles de cosas que no sirven para nada en la vida. El mundo crece, madura, se vuelve mundo; yo estoy escribiendo este texto. Mi existencia no es una vida —a refutar de los biólogos—, sólo soy el conocido del conocido. Soy escritor, y no hay más qué decir al respecto.
Ir a la universidad, aprender cosas extravagantes, tomar talleres y seminarios de actividades con nombres que nadie entiende, impartir talleres y seminarios de cosas igualmente ininteligibles, leer librotes de gente muerta hace siglos, conocer nueve idiomas, coleccionar constancias de seminarios importantísimos aunque totalmente desconocidos, escribir y cobrar por ello; eso no es una vida, a lo más será un artificio literario. En cambio, la gente allá afuera sí tiene una vida de verdad, tiene nombre y tiene sueños, ilusiones, objetivos.
Todo el mundo tiene una vida menos yo. Y lo peor de todo es que todo el mundo cree que esto que yo hago (ser escritor y demás) es tener una vida interesante. Lo dicen como si yo fuese el único en todo el mundo que realmente tuviese una vida. Y entonces me doy cuenta que estoy siendo presuntuoso, pretencioso, pedante, arrogante, soberbio; en otras palabras, mi vida se aleja del mundo real. Estoy tan distanciado del mundo que mi existencia carece de vida, de una vida tal como la comprende ese mundo regente y regidor del mundo al cual dejé de pertenecer hace tiempo (cuando me volví escritor).
Kobda Rocha
Ojala tuviera yo esa vida.