Cuando yo era adolescente, todas (bueno, muchas, para ser más exacto) las compañeras del colegio quedaban preñadas por algún patán que sólo buscaba satisfacer sus púberes placeres sin la menor idea de lo que significa la responsabilidad sexual. Lo peor de todo es que esos machitos, al momento de llegar la cría, renegaban de su paternidad. Y las pequeñas Bovarys, en su inmadurez y ensoñación, decidieron parir a sus descendientes y criarlos ellas solas… aunque todos sabemos que fueron los abuelos quienes fungieron como reales padres.
Yo, romántico anticuado (haciendo honor a mi porte de poeta), jamás incurrí en tales lances. Me dediqué a la academia, a mis estudios, a formarme como un profesional de las letras, traté de superarme interna y externamente a mí mismo con el fin de poder ofrecerle una relación de calidad a alguien algún día. Ese día ha llegado; hoy salgo a buscar por fin una pareja con quien compartir este yo que he trabajado tanto al punto de eliminar los más defectos posibles (la verdad, quién sabe si lo haya logrado, lo importante es haber tenido la intención y la constancia). El problema es que tengo veintinueve años, a punto de entrar en la crisis de los 30s, y todas las mujeres de mi generación tienen hijas adolescentes. No es que tenga algo en contra de eso, simplemente me parece una situación muy extraña; a veces, en las citas, ahora soy yo quien parece inmaduro y ensoñado. ¡Y cómo iba a ser de otra forma si ellas han tenido que crecer mental y humanamente casi a la fuerza!
En fin, no discutiré más al respecto. No quiero que empiecen a brotar mis herencias culturales de machismo y tradición. Esto no es una crítica al fenómeno social de maternidad y soltería. Por el contrario, dedicaré esta digresión a la figura materna (no sólo a la soltera, sino a toda mujer que sea madre). Así que haré un breve repaso de las canciones escritas en su honor.
Debemos comenzar, forzosamente, con “Señora Señora” de Denise de Kalafe. Canción que nos hacían cantar y danzar en el jardín de infantes, lo cual era un error fatal porque a esa edad nadie valora a su madre (al menos no por las razones expuestas en la letra de la canción). Las maestras sí que sentían la canción de pecho profundo; quizá hubiese sido más apropiado que ellas la cantaran en lugar de los pobres niños que ni entendían la mitad de las palabras de la lírica.
Una canción que sí genera consciencia en los niños —pues cuando menos entienden la letra— es “Si yo tuviera una mamá” de La Chilindrina, compuesta por Chespirito. Ésa sí que fue pensada para ampliar las nociones de un infante y no para hacer llorar a los adultos, acaso por arrepentimiento. Me parece que la madre no tiene por qué caer en la santificación… aunque, viviendo en un mundo repleto de edipos, es fácil entender por qué sucede.
Tratándose de elogiar a la madre, a modo de agradecimiento y no de disculpa, una de las mejores es “Amor de cada día” de Luis Álvarez, El Haragán. Además, para cualquier guitarrista principiante es una buena opción para sustituir las tan manoseadas “Mañanitas”. Y, en segundo lugar, algo un poco más complejo (trova de la sabrosa), posicionaremos “Cariño mudo” de Juan José Lavaniegos; ésta es una canción bastante más sensible y realista en ciertos contextos.
Una canción también realista y fiel al contexto que retrata o que desarrolla la letra es “Dolor de madre” de la Banda Bostik. Hablando de sentimientos realistas, acaso crudos y oscuros, podemos mencionar la hosca y hórrida “Kill you” de Korn. O también “Down with the sickness” de Disturbed, la cual, aunque parezca un intento fanático de plagiar el discurso de Jonathan Davis, el intermedio es irremediablemente sublime: You stupid sadistic abusive fucking whore!
Ya metidos en el género musical, otra espléndida alabanza es “Judith” de A Perfect Circle. La lírica es un poco más cifrada, no tan directa pero, cuando uno se entera que la madre de Maynard James Keenan se llamaba justo como la canción, entonces todo tiene sentido. Ah, y también está “Mutter” de Rammstein, la versión underground del mensaje de la Chilindrina.
La lista puede ser larguísima, pues canciones hay muchísimas. Por ejemplo: la obvia “Madre” de Pimpinela (un edipo), “Amor de madre” de Víctor Manuelle (otro edipo), “Mamá, mamá” de Jean Jacques (el edipito más pequeño), “Madrecita querida” de Vicente Fernández (un machito), “Mother” de John Lennon (que no termino de entender por qué se titula sólo así), y también un rap bizarrísimo con “Déjame llorar” de Ricardo Montaner (su madre debe estar decepcionada).
Ojalá alguien se atreviera a cambiar las palabras de Manuel Acuña (el edipo mayor) por las blasfemias de Antonio Plaza:
Sólo tengo una madre. ¡Me ama tanto!
Sus pechos mi niñez alimentaron,
y mi sed apagó su tierno llanto,
y sus vigilias hombre me formaron.
A ese ángel para mí tan santo,
última fe de creencias que pasaron;
a ese ángel de bondad, ¡quién lo creyera!,
yo olvido por tu amor, loca ramera.
En fin, para no sacudir las aguas de los enamorados de sus madres al decirles que cambiaría a mi madre por una ramera, terminaré esta digresión con dos canciones indispensables en la lista musical de la referencia materna.
- “A la madre” de Gloria Trevi. Lo mejor de lo mejor. Además el recurso literario aplicado al ciento por ciento. Simplemente, obra maestra.
- “Amor eterno” de Juan Gabriel. Una oración de amor a todas las mamitas que esta noche han venido a leerme… sobre todo para aquellas que están un poquito más lejos de mí.
Kobda Rocha