acosados nuestros indios murieron al luchar

Peleando por su cultura,
derramando sangre en las tierras,
castigados sólo por ser indios.
A. N. I. M. A. L.

Para hacer algo verdaderamente sublime no hay que ser sublime uno mismo ni querer serlo siquiera, basta con hacerlo. Una de las frases que más han impulsado a generaciones jóvenes actuales (dosmiles) es la sentenciada por Vladimir Putin: «Existen dos clases de personas: las que harán grandes cosas, y las que las están haciendo». Palabras dirigidas a jóvenes casi niños de su nación, quienes lo miran con respeto y acaso algunos con admiración; quizá por la labor mediática o por la organización cívica escolar, pero el hecho es que el impulso que se busca en los consejos de un alto mandatario sí lo hubieron encontrado aquellos aprendices atentos y críticos, audiencia del amado Vlad.

¿Y nosotros qué tenemos? ¡«Me canso, ganso.»! Lo que nos queda es una cabizbaja Latinoamérica que ya dejó de ser libre ha muchos periodos gubernamentales. A nosotros nos resta una raza sin fe, sin esperanza; más valdría soltar a Pandora, sacarla del zoológico y dejar que hiciera su revolución. No importa qué fuimos, ahora sólo somos una estirpe de gente masacrada, violada, decepcionada, sin fe, sin esperanza. Hemos nacido en una tierra de promesas huecas, de pasados sin futuro. Naciones divididas por billetes, pueblos unidos por injusticias, pobreza, hambre, tristeza y la guillotina del imperio norteño sobre nuestras almas nos han dejado impotentes, temerosos, indefensos, sin fe, sin esperanza. ¿Qué nos queda? ¿El arte? ¿La familia? El autoconsuelo, las migajas de un amor cinematográfico. Somos lo que queda de la humanidad cuando la especie da un salto evolutivo. Somos indios sin fe. Somos indios sin esperanza.

Kobda Rocha

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