La generación del fracaso

Pertenezco a una generación volcada en la desilusión, nacida en la comodidad (sí) pero heredera del desencanto. El grupo de estadísticas al que pertenezco es de ociosos inconformes pero, al mismo tiempo, de activistas conformistas. Somos los vegetarianos, veganos, naturistas, ecologistas, ateos, agnósticos, cientólogos, conspiranoicos, facebookeros, twitteros, yutubers, instagramantes, lesbianas, gays, bisexuales, trasvestis, transgéneros, transexuales, intersexuales, pansexuales, asexuales, demisexuales, queers, zoosexuales, feministas, feminazis, emos, hipsters, morenórdicos, vikingóticos, emprendedores, universitarios, sabionditos, que saben mucho pero no saben qué hacer con lo que saben. Somos una población que tiene toda (¡TODA!) la información a la mano (literal “a la mano”) en un teléfono móvil con veinte pesos de saldo para internet pero que, aún, nos la pasamos viendo videos insulsos y compartiendo memes bobos, entretenimiento ambos para pasmarotes y patosos. En fin, pertenezco a una generación que fracasó. Y ya. Fracasamos y punto.

Las historias de mi antepasado más antiguo que se contaban (las de mi tatarabuelo) eran sobre un hombre paupérrimo entregado al trabajo duro, de campo, de sol a sol, sin descanso más que el lecho amoroso de su esposa y las risas joviales de sus hijos. Él era un hombre que enseñó a mi bisabuelo el valor del trabajo y la familia, hombre de fe que inculcó la devoción y la virtud en toda su decendencia, practicante de buenos hábitos, cariñosos, trabajador (eso ya lo dije pero era tan trabajador que quizá debiera repetirlo tres veces) y, por sobre todas las cosas, trabajador.

Mi bisabuelo fue un revolucionario que peleó por defender a su nación. Era un hombre de principios, de valores, lleno de orgullo y patriotismo. No se amedrentaba ante hombre alguno y era capaz de acomodar una bala en cualquier sien con tal de asegurar el bienestar de su familia, su pueblo y su dios. Él era un hombre valiente, valeroso y honorable.

Mi abuelo, hijo de la revolución, aprendió de su padre sobre honor, fidelidad y patriotismo, y de su abuelo aprendió sobre trabajo, ahorro y sensibilidad. Él aprendió a leer y escribir gracias a que curso tres años de primaria. Heredó de su padre un gran terreno de milpas y ganado, además de la casa y todas sus pertenencias. Aprendió a disparar su arma pero nunca la usó porque nunca fue necesario, ya que todos en el pueblo lo respetaban. Se casó a los quince años y murió sonriente junto a su esposa. Trabajó desde los diez años y no se detuvo hasta los setenta; hizo una fortuna con sus manos enlodadas y su frente bajo el sol; a cada uno de sus hijos le dejó terreno, casa y educación escolar. Era amoroso con sus nietos y nos daba mejores consejos y enseñanzas que cualquiera de nuestros padres o maestros.

Mi padre fue uno de esos hippies revoltosos, luego punketos anarquistas y después rockeros rebeldones. Estudió animosamente hasta la preparatoria y, aunque dejó trunca la universidad tras darse cuenta que no pasaría jamás del segundo semestre, participó de todos los movimientos sociales de posguerra que surgieron en su juventud. Se gastó la riqueza de su padre en banalidades para disfrutar la vida al máximo pero, finalmente, se enroló en una empresa donde trabajó diariamente durante más de treinta años hasta su jubilación por seis mil pesos cada quince días de ocho horas más bonos, aguinaldo y prestaciones. Financió toda mi educación escolar hasta el posgrado y murió en la cama donde duerme mi madre. Él solía decirme que yo podía lograr todo lo que yo quisiera hacer y que lo más importante de todo era mi felicidad. También solía decir que él había superado a su padre y que deseaba que, igualmente, yo lo superara a él en todos sentidos.

Recuerdo que en mi infancia y adolescencia escuchaba canciones con alto entusiasmo en el mensaje social que promovían la unión de los pueblos contra la opresión, dispuestos a todo para conseguir una mejoría en nuestro estilo de vida. Desde la ya para ese entonces vieja Abuso De Autoridad de Three Souls In My Mind hasta la novedosa Energía Contra Ley de Sekta Core. Con sólo los títulos de las canciones ya se sentía un impulso por levantar el puño exigiendo justicia: Andamos Armados de Control Machete, La Carencia de Panteón Rococó, El Vals Del Obrero de Ska-P. Cómo olvidar ese grito insistente, orgulloso de estar entre el proletariado, y aquel gran himno de Molotov, Gimme The Power, en contra de los poderosos, los barbajanes y el gobierno.

Tres grandes bandas que promulgaban la consciencia social y la resistencia de clase eran Resorte, A.N.I.M.A.L. y Brujería. La primera canción del primer disco de Resorte, América, era ya una invitación a la congregación de todo Latinoamérica en pro de los derechos humanos (tal como lo hizo nuevamente Molotov en Voto Latino y A.N.I.M.A.L. en Poder Latino) y no sólo era un mensaje de unión sino de pensamiento; así se reflejaba en Think y en Opina O Muere (las cuales son comparables con Habla Y Piensa de Sekta Core), qué maravilla es que alguien te dé a elegir: opinar o morir.

Las dos Revolución, de Brujería y A.N.I.M.A.L. respectivamente, eran un gran grito de fuerza y coraje. En realidad, Brujería se preciaba de valentía casi al grado de guerrilla: División Del Norte y Marcha De Odio son ejemplo de ello. A.N.I.M.A.L., por su parte, tiene un gran historial de memoria, fuerza y unión: Gritemos Para No Olvidar, Usa Toda Tu Fuerza y Fuerza Para Aguantar por mencionar algunas de las mejores.

Creo que se esperaba demasiado de una generación que creció con tan emblemáticos ídolos de fuerza, resistencia, rebeldía y unión; pero no fue así. Seguramente mi tatarabuelo, mi bisabuelo, mi abuelo, mi padre y todas las bandas que escuchaba en mi juventud estarán decepcionados de un tipo macilento con estudios de maestría en una materia que a nadie interesa y que en nada ayuda a este mundo, sin empleo, sin metas a futuro, sin hijos, que se casó y se divorció por razones estúpidas ambas veces, que vive en casa de su madre y nunca va ni a una junta vecinal porque no le importa su pueblo, su nación ni su integridad propia aunque presume de consciente, tolerante, empático e incluyente. Qué otra cosa se podría esperar de un tipo que pertenece a una generación exitosa para fracasar.

Kobda Rocha

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