Elegir un favorito de cualquier cosa siempre es difícil. Hasta para la comida es uno indeciso. Cuando te preguntan “¿Cuál es tú comida favorita?”, siempre es dificilísimo responder. La respuesta incluso puede variar dependiendo la hora, el lugar, el día, el clima, y una infinidad de condiciones extragastronómicas. Yo, por ejemplo, en la mañana lo mejor que puedo ingerir es un vaso de leche, tal vez un platón de cereal con trigo o un licuado de guayaba o aguacate; todo depende si tengo tiempo para sentarme a disfrutarlo o si tengo dinero para acompañarlo con pan, vainilla o queso. Si estuviese condenado a muerte y hoy fuere mi gran día en la silla eléctrica o la cámara de gas y me preguntaran qué deseo para mi última comida, la verdad no sabría ni qué responder. Además, casi todo se me antoja a la hora justa de comer, no antes. Algunas veces, uno mantiene un antojo por días; por ejemplo, el chocolate. Uno no se lo come al momento porque es un pecadillo que uno trata de refrenar hasta que, claro, como humanos de voluntad débil que somos, terminamos comiéndonos el mentado chocolate. Pero, fuera de eso, al momento en que el estómago comienza a pedir alimento, es cuando uno comienza a pensar en qué comer. Así es que, si me lo preguntaran un día antes o una semana antes (¿qué quieres comer mañana? o ¿qué quieres comer en tu cumpleaños? o cualquier caso similar) seguramente erraría. Cuando hace calor, no hay mejor opción que un buen helado. Cuando hace frío, un cafecito con galletas. Los domingos de tianguis, unas carnitas de cerdo o consomé de chivo. El sábado de flojera, pizza o pollito rostizado. Al mediodía, un emparedado de cajeta o mermelada como tentempié. A las dos de la mañana con insomnio y desesperación, una torta de jamón. Los lunes, las sobras de toda la semana anterior. Y así, todo varía, todo depende. En las noches, regularmente prefiero el ayuno. Así es que, si fuera mi última cena, me iría con hambre. Tal vez, para no fallar, pediría un buffet.
Por eso, que nadie me pregunte cuál es mi canción favorita ni cuál es mi poema favorito. Porque siempre puede variar. Todo depende del momento, del día, la circunstancia, el ánimo y, sobre todo, al igual que sucede con la comida, lo más importante es con quién lo voy a compartir.
Kobda Rocha