Un arte bella

La música, en general, ya no es considerada un arte bella. Cuando, como un ejercicio de memoria nostálgica, pensamos en la música como una de las Bellas Artes, viene a nuestra mente la música clásica, la música de cámara, de orquesta o, si al caso, una ópera como a la que jamás hemos asistido. La música (¡la bella y artística!) la imaginamos fuera de nuestro alcance, fuera incluso de nuestra comprensión. El arte de la música, creemos, está en lo antiguo, en esa música que ya no se hace porque, así lo creemos, ya no existe. Pensamos que lo único que nos puede acercar a ello es una reproducción con una orquesta sinfónica a la que jamás hemos escuchado o un disco compacto con las Cuatro Estaciones de Vivaldi o baby Mozart. Sin haber escuchado jamás una pieza completa, decretamos que la música clásica no nos gusta, nos aburre, nos duerme, nos desespera. La música artística es para gente inteligente, eso solemos creer. Sólo a la gente lista le entra la música clásica, la música que es bella y artística. Ésta es la verdad con la que vivimos: hace falta ser inteligente para escuchar música clásica.

Todo cuanto he dicho hasta ahora ha sido mentira. Pero eso no lo sabemos porque ni somos inteligentes ni escuchamos música clásica. ¿Qué son las Bellas Artes y por qué la música es una de ellas? No desmentiré ni responderé ninguna pregunta por ahora. Me limitaré a poner una pequeña idea en cada lector que se tope con esta digresión:

Las personas inteligentes no escuchan música clásica porque sean inteligentes. En realidad, la inteligencia les vino mucho tiempo después de que comenzaron a escuchar música clásica. Ésa es la belleza del arte.

Kobda Rocha

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