La literatura tiene musicalidad (alguna literatura, no toda, aunque ciertamente sí la mejor). Como primer ejemplo está la poesía, la cual de facto tiene ritmo, métrica, color, motivo y otros tantos elementos propios de la música; de ahí podríamos mencionar la prosapoética y pronto nos referiríamos a la narrativa llana, o plena por mejor decir. Es cierto, aclaro y repito, no toda escritura prosística es musical, pero en efecto hay alguna literatura en demasía musical. Para prueba, sólo hay que echar una lectura al Concierto Barroco de Alejo Carpentier, Pedro Páramo de Juan Rulfo o los Cronopios Y Famas de Julio Cortázar. En fin, en posición interpolar a la musicalidad en la literatura se encuentra la literariedad en la música; esto es, en palabras simples, hay canciones que cuentan historias. Un fino escucha sabrá que la pura música, sin voz, ya cuenta una historia, la simple instrumentalización del arte imprime imágenes, sensaciones y palabras en quien la escucha; sin embargo, por ahora nos quedaremos con las historias que se cuentan líricamente. He aquí tres de las más cohesionadas entre estas dos bellas artes.
A) Él no lo mató de El Haragán. La historia es contada en primera persona donde el narrador es testigo presencial de lo sucedido. El anticipo literario surge desde la primera línea, previo a la sucesión de los hechos, en que el cantante dice “Se le hizo fácil… pero es que nada en la vida es fácil”, con esa simple sentencia ya nos está dando un golpe de sabiduría y emotividad, aun sin saber todavía de que se trata. Luego establece la situación, es decir, relata el asalto perpetrado por un joven de diecisiete años y cómo un policía en su intento por detener el asalto dispara contra el ladrón y lo asesina. Por supuesto, este cuento necrónico está embellecido con artificios poéticos constantes, por ejemplo: 1) el dinero que lleva el muchacho en sus manos representa su futuro, sus sueños, su porvenir, y al morir esos billetes se los lleva el viento igual que a su futuro, sus sueños y su porvenir; 2) el sonido delgado de una bala policiaca, casi parecido al de un cuete navideño, en este contexto y por lo que representa para el narrador suelta un estruendo casi atómico, como bala de cañón medieval; 3) en una sociedad con herencia histórica en que los policías son perezosos y ausentes siempre que se les necesita, que haya uno despierto, valiente, y dispuesto a actuar justo cuando el crimen es llevado a cabo es un acto de heroísmo digno de ser reconocido con un ascenso económico y una brillante medalla al valor, lo cual a su vez resulta ofensivo para una sociedad que tiene por pasado histórico una larga tradición de policías corruptos, codiciosos e inhumanos, asuntos ambos encontrados porque no se termina de discernir quién hizo mal, el ladrón o el policía, opinión que cualquiera dudaría y podría hasta defender cualquiera de ambos, dependiendo del acorde tonal que esté tocando la guitarra uno se posiciona del lado de uno u otro. Magnífica herramienta conjunta de literatura y música. Y como cereza en el pastel, el final anticipado desde el título de la canción: el policía no lo mató, fue la misma sociedad y el medio en el que se desarrolló, sus padres, sus amigos, la necesidad, sus ansias, o qué sé yo…
B) La mujer de León Chávez Teixeiro. En un omnisciente narrador, cuenta un día en la vida de una señora ama de casa: despertó, se vistió, preparó el desayuno, atendió a sus hijos, los llevó a la escuela, fue al mercado a comprar el mandado, llegó a su casa, casa rentada, barrió los pisos, tendió las camas, cocinó la comida, sirvió la comida para los niños, los atendió de nuevo, lavó la ropa, platicó con sus vecinas, planchó la ropa, zurció los trapos, vio entrar a su marido, le sirvió de comer, lo escuchó hablar del trabajo, lavó los trastes, tiró basura, durmió a los niños, atendió a su marido, y se dispuso nuevamente a dormir. No cuenta un día en la vida de una señora ama de casa, más bien cuenta la vida de una señora ama de casa en un día. Las figuras literarias permean toda la canción, dándole un tinte de belleza y horripilación simultánea; algunas de las mejores son las siguientes construcciones: gozar un suspiro, sentir ridícula la esperanza, palpar lo gris de su economía, jugar con su ternura, dormir sus males. Y al otro día lo mismo, y lo mismo al siguiente, y al siguiente. “Se va la vida, se va al ahujero, como la mugre en el lavadero.”
C) Las soldaderas de Cecilia Rascón. La Revolución Mexicana la hicieron las mujeres. Una guerra civil presenciada a través de los ojos de una niña escondida en las faldas de su madre. Balas, polvo, muerte, honor, y raza. Todo a la distancia de una memoria lejana, anciana, sobreviviente. Una niña que vio la guerra de cerca, tan cerca como estaba de su madre, una guerra que no se vivió en manos de hombres sino en brazos de mujeres; una mujer entre mujeres al centro de una guerra nacional. Si se quiere comprender una revolución de tal magnitud hay que empatizar con una visión tan exacta como la de esta canción. Realidad, belleza, música y poética naturalista, realista y hasta inintencionada. Simplemente una chulada!!
Kobda Rocha