De dos en dos

Las cosas siempre saben mejor cuando se presentan en pares. Por algo habrá sido que fuimos dotados con dos manos, dos brazos, dos piernas, dos pies, dos pulmones, dos ojos, dos orejas, dos hombros, dos codos, dos rodillas y dos riñones. Las torres caídas eran dos, los hijos de Adán también dos, e incluso la naturaleza quiso que al arca de Noé llegarán de dos en dos. Porque, si algo es bueno, repetido es mejor. Para darse cuenta de esta gran verdad, basta con quedarse solo un rato y en seguida comienza la ansiedad de emparejarse, pues uno significa soledad y aislamiento mientras que dos significa compañía, amistad y cariño. Por esta razón es que Adán hubo solicitado a dios la creación de Eva, porque todo siempre es mejor cuando viene en pareja. Y por esto mismo, en la digresión de hoy, presentaremos algunas canciones indisolubles, inseparables, canciones que forzosamente se deben escuchar de dos en dos porque, aunque son buenas por sí solas, cuando se escuchan juntas son maravillosas.

  1. Tool y su magnífica dupla Parabol – Parabola. Una entrada envolvente, penetrante y tan compleja como sólo Tool sabe hacerlo. No es un intro a la canción, tampoco es una separación auditiva ni mucho menos emocional; es simplemente la genialidad de unir dos canciones para generar un efecto de unidad, de comunión y, sobre todo, de perfeccionamiento musical.

 

  1. Otra vez Tool pero ahora con Wings For Marie. Esa entrada calmada, espaciosa, pasiva y paciente de a poco comienza a calmar el espíritu que lleva una espera de diez mil días de condena. La entrada en acción es ascendente, con bastantes laberintos auditivos y arenas movedizas que se tragan a cualquiera que preste atención al motivo de la lírica. El cambio, es decir, el complemento en dos canciones diferentes, extrañamente cada una con su propio intro y su salida, son una pieza conjunta de magnificencia.

 

  1. La Canción Del Pirata ejecutada magistralmente por Tierra Santa. El bellísimo poema de Espronceda entra en conversación directa con la musicalidad de esta banda. El ritmo, la cadencia, la rima y ese pie quebrado que enaltece la visión poética del pirata se ponen en camino a la trascendencia artística a través de la instrumentación exacta de Tierra Santa, quienes tuvieron a bien la genialidad de separar el poema en dos canciones. ¡Una chulada total!

 

  1. Esta lista no estaría completa sin mencionar a Transmetal. A lo largo de su carrera han tenido momentos gallardos de emparejamiento musical; comenzaron con una unión temática, luego con la fusión conceptual, pasando por la entrada y hasta por la salida compositiva, todas esas fases ejecutadas tremenda e impresionantemente bien, por cierto. Sin embargo, finalmente lograron culminar esa búsqueda de presentar dos canciones en par indisoluble con Bruno Blázquez como frontman. La cúspide está en la desquiciada Habitante De Una Mente Insana y la invernal Boquea En Diciembre.

 

  1. (sic) y Eyeless de Slipknot son un par de canciones que no pueden ser una sola porque es demasiada ferocidad para un track. Para no reventar los cerebros de la juventud… o, mejor dicho, para sí reventarlos pero aun así dejar cabida a nuevas explosiones auditivas y conceptuales, esta conjunción de brutalidad y demencia debe estar dividida en dos canciones diferentes que, a pesar de ello, son una sola mancuerna musical.

 

  1. Para cerrar esta lista con broche de oro, nombraremos a Myriads con The Sanctum Of My Soul. Canción que se presentó como hit y sencillo de la banda (que de sencilla no tiene nada), formando parte en las filas de los acoplados de bandas de Doom y Gótico, entre otros. Una canción espléndida, encantadora y simplemente perfecta. No conformes con esa impresionante maravilla, cuando finalmente uno tiene la oportunidad de escuchar el disco completo, llega una canción previa titulada Inside que agrega un elemento divino, casi deífico, a la totalidad de sentido de esta obra. Desde entonces, ya no es una, sino dos canciones dignas de los paraísos más profundos del arte musical.

Kobda Rocha

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Car Seat Headrest – Making a Door Less Open (2020)

Puntaje del Disco: 8

  1. Weightlifters: 8
  2. Can’t Cool Me Down: 7,5
  3. Deadlines (Hostile): 9
  4. Hollywood: 8,5
  5. Hymn (Remix): 7
  6. Martin: 8
  7. Deadlines (Thoughtful): 7,5
  8. What’s With You Lately?: 8
  9. Life Worth Missing: 7,5
  10. There Must Be More Than Blood: 8
  11. Famous: 7,5

Desde hace una década Will Toledo inició, primero como solista y luego bautizado como Car Seat Headrest, su ambicioso proyecto de indie rock y “lo-fi”, logrando buena repercusión e imponer un estilo propio y reconocible.

Para sorpresa de muchos en 2020 lanzaría Making a Door Less Open su primer lanzamiento con temas nuevos desde el suceso Teens of Denial de 2016, con un marcado cambio de estilo influenciándose en especial por el sonido electrónico de 1 Trait Danger, banda paralela de Toledo con el baterista Andrew Katz. Agregando al indie rock guitarrero conocido por todos, un sonido más limpio dominado por teclados, sintetizadores y maquinas rítmicas.

Este radical ajuste les da nueva vida a sus composiciones, ampliando el abanico de posibilidades dejándolo patente en canciones dominantes como “Deadlines (Hostile)”, “Hollywood”, “Martin” y “There Must Be More Than Blood”.

En conclusión, estamos ante otra gran entrega de Will Toledo, evidenciando una progresión y una efectiva vuelta de tuerca, evitando repetir o desgastar formulas exitosas y buscando nuevos rumbos, sin perder su propia identidad.

F.V.

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Una luz en tu ventana

Algunas veces la vida resulta demasiado monótona, aburrida, llana; y el mundo a veces también se pasa de maldito y lastimero. Así que para todas esas veces necesitamos una válvula de escape, un pasatiempo distractor para liberar el estrés y poder continuar con los problemas, las deudas, el trabajo, las enfermedades y los malos ratos de nuestra existencia. Hay personas que se embriagan al punto del vómito, otras que practican deporte en extremo, unas que se entregan a las bellas artes, a alguna manualidad, coleccionismo, o cualquier otra frivolidad. Yo camino.

El ritmo acelerado de la urbe es desesperante, capaz de fatigar al espíritu más resistente ante los embates de la civilización industrializada. No nos permitimos el lujo de la lentitud, mucho menos de la quietud. Estar en un espacio público, alguna plaza concurrida por ejemplo, y detenerse completamente es una acción que nadie llevaría a cabo y, lo que es más, se calificaría de loco, tonto o molesto a cualquiera que así lo hiciera. Nadie gasta su tiempo libre sentado en el parque mirando el mismo árbol por horas. Todo lo que hacemos lo hemos obligado a tener una finalidad, una función o un provecho. Nadie trabaja si no se le paga; nadie ayuda a alguien si no recibe su ayuda primero; nadie sale a caminar sin rumbo, sin sentido, dirección ni destino.

Mis primeras caminatas fueron bastante cortas y casi a la fuerza: cuando mi papá se quedó sin trabajo, ya no pudo pagar el transporte escolar, así que, al terminar las clases, tenía que ir de la escuela a mi casa caminando. Algunas ocasiones mi trayecto se veía sazonado con ligeras desviaciones por calles desconocidas, aventura que me llenaba de adrenalina y asombro. Luego, ya siendo yo mayor de edad, comencé a caminar por puro placer, sólo para conocer la ciudad y sentirme parte del progreso arquitectónico de la economía nacional. Me gustaba caminar las colonias de gente adinerada e imaginar que algún día alguna de esas casas sería la mía. Poco a poco mis caminatas se hicieron cada vez más largas y lejanas; mientras caminaba, anochecía, y yo debía regresar a mi casa en plena oscuridad nocturna. Ahora prefiero caminar sólo de noche.

Mi madre siempre me ha incitado a terminar con estas caminatas, dice que la calle no es para una mujer, y menos para una joven como yo, y menos de noche. Pero la verdad es que al recorrer las calles también se conocen personas: locatarios, tenderos, comerciantes ambulantes, taxistas, los tragafuegos de los semáforos, los niños de la calle y, claro, mil perros vagabundos en cada paraje. Además, cuanto más lo practicas, más te acostumbras a ello y le pierdes el miedo por completo. Jamás me he sentido desprotegida, amenazada o insegura durante mis caminatas. Contrario a lo que piensa mi madre, nadie pone atención a un caminante noctámbulo… ni siquiera los maleantes.

De día, los humanos son los protagonistas del paisaje, relegando a la ciudad en sí a un segundo plano, una simple imagen de fondo, el mero escenario y nada más; en cambio, de noche, mientras todos duermen, es la ciudad la que se apodera del panorama: los topes, los baches, los muros, las casas, incluso los árboles tan artificiales en medio del camellón, los faros, los cables de luz, los autos estacionados, las banquetas, la pintura vieja, las rejas y portones, y hasta la basura tirada sobre el pavimento. De noche, la ciudad es bellísima, aunque no haya personas despiertas para apreciarla.

Hace un tiempo regresé a mi casa por una calle diferente a la acostumbrada, una calle que casi no recorro porque está de subida y siempre vuelvo algo cansada de mis caminatas a media noche. En esa calle, justo en la casa de la esquina, la luz de la ventana del segundo piso estaba encendida. Fue un suceso extrañísimo, ya que nunca antes había visto una luz encendida a las dos de la mañana. Tal vez aquello hubiese sido sepultado por la memoria de no ser porque desde entonces regreso por esa calle y siempre está la misma luz encendida. Tal vez, llegué a pensar, olvidan apagar el foco y por eso se queda encendida, pero una vez logré ver la silueta de un hombre caminando por el cuarto. Tal vez padece insomnio. Tal vez saldría a caminar conmigo si lo invitara. Tal vez debería hablar con él de día. Tal vez necesita un abrazo mío para poder conciliar el sueño. Tal vez… tal vez…

Me gusta caminar de noche, pasar por afuera de tu casa e imaginar que también es mi casa, que me esperas despierto y me recibes con un beso. No sé quién eres, extraño vecino mío, pero, si alguna vez apagas la luz de tu alcoba, sabré entonces que no me amas más.

Kobda Rocha

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