No es el cuerpo

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Cada cuando, sobre todo en aquellos momentos en que el mundo se vuelve demasiado pesado para soportar, la meditación es una fuga placentera, un medicamento efectivo contra las dificultades pesarosas de la vida cuotidiana. Uno de los mejores métodos es la ausencia citadina, hacer un viaje a las montañas, al bosque o al desierto; allá, a la mitad de la intempestiva naturaleza, el alma es. Sin embargo, algunas veces no es práctico hacer ese tipo de viajes… porque al otro día hay que trabajar, o porque los recursos para llevarlo a cabo son insuficientes, o porque no se poseen los suficientes ánimos o energías para levantarse del sillón rojo de nuestra sala. Por eso, afortunadamente, el plan B siempre es la música. Me dispuse pues a escribir algo inspirado en esa famosa música de relajación, pero nada salió salvo un recuerdo: una ocasión tenía una cita con una mujer espléndida, pero nunca llegó, lo cual no fulminó la sensación de compañía mutua; cada uno, en el lugar en que nos encontrábamos, era más el otro que sí mismo. Sé que no tiene mucho sentido lo que aquí expreso, pero fue lo único que surgió de una salida forzada de la meditación auditiva.

 

Ser contigo no es presencia,

no es unir mi cuerpo al tuyo.

Es, en cambio, más profundo:

compartir la misma esencia.

 

Es mezclar nuestra existencia,

es sentir un ‘algo’ mutuo;

para el orbe sea un insulto,

para dios una insolencia.

 

No es el cuerpo, es el alma…

Si hasta cuando nunca llegas

siempre estás aquí conmigo.

 

Guarda, entonces, mucha calma.

Si en tu soledad me piensas,

yo estaré siempre contigo.

 

Kobda Rocha

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