Se nos ha dicho siempre que cada persona tiene un cuerpo y un alma, que cada cuerpo tiene un corazón y una mente, que cada alma es perenne y trascendente. Se nos ha dicho que el cuerpo es el envase y que el alma es el huésped irremediablemente precario. Se nos ha dicho que el corazón alberga los sentimientos y que la mente resguarda las ideas. ¡Pero ya no más! Debemos dejar de creer en absurdos arcaísmos y debemos comenzar a formular nuestros propios principios filosóficos, ideológicos, teológicos y morales. Los sentimientos son sólo ideas afectivas y primitivas, tan casi instintivas. No hay amor en el corazón, lo hay en el pensamiento; no hay dolor de pecho, lo hay de cabeza; no hay tristeza en la sangre, la hay en las neuronas. Todo lo demás es pura biología, anatomía y fisiología. Tampoco la noción de pertenecer las ideas a la mente es del todo acertada. Las ideas están en la experiencia, en lo vivido; si estuviesen verdaderamente en la mente, cualquiera podría tener las mismas ideas, cualquiera podría haber escrito Pedro Páramo, La ciudad y los perros, o componer Let it be, Bohemian Rhapsody, en fin…
Por último, y quizá sí lo menos importante, no todos los cuerpos tienen un alma… hay algunos que tienen dos o más.
Kobda Rocha