Arribar a cualquier teatro en cualquiera de estas tardes flamígeras bajo un sol canicular que todo lo vivo deja tostado y tener que esperar afuera sin árbol que gentil ofrezca sombra alguna, sin techitos ni marquesinas protectoras y sin una sola valiente nube que se atreva a entrometerse cielo arriba entre el astro rey y los pobres espectadores haciendo fila sin protección redentora contra los candentes rayos del sol emperador sería la experiencia más aterradora y horrible en que uno pudiera encontrarse, motivo suficiente para abandonar misión y marcharse a cualquiera otra actividad en tanto tenga sombrita. Pero los del Foro Doble Nueve son unos genios: apenas uno va llegando al lugar, a la banqueta, a la acera incluso a unos metros todavía lejos de la entrada, y una mano amiga se extiende ofreciéndote una sombrilla para cubrirte del poder incendiario del sol. ¡Gracias! Sin ese empático gesto, la piel de los asistentes quedaría más chamuscada que en comal.
Una vez concedido el ingreso y devuelta la sombrilla prestada, hay que subir varios pisos por un cilindro de concreto diseñado muy pragmáticamente. La escalera en caracol no permite la visión a la meta, dejando en claro que todo camino en dirección al cielo, a la gloria y a la felicidad suprema (como lo es el arte en general y el teatro en específico) no debe ser un derrotero recto, llano, simple ni aburrido. Y es por eso que uno llega brotando sonrisas y algo mareado, pero no por la escalera de caracol sino por el texto que se lee en la pared a lo largo de la subida: nada más y nada menos que las «Instrucciones Para Subir Una Escalera» del único y maravilloso Julio Cortázar.
Una vez en el familiar y acogedor ambiente del foro, es inevitable chulear la disposición del espacio y el diseño tan sencillo como fascinante; tiene ese bello encanto de las cosas simples, sin ostentosos ornamentos que distraigan la atención pero con aquel no sé qué que deja el alma atónita. Luego de entretenerse mirando la creatividad de las butacas y decidirse ya por tomar asiento finalmente, hay que hacer notar necesariamente la estructura cubista, surrealista, mecánica y geométricamente retadora que se ubica en el centro del escenario. Las imágenes proyectadas sobre las cortinas en forma de ‘V’ adquieren un orden estrafalario por los pliegues ondulados y la esquina hundida hacia atrás, a más de la figura cuasirrectangular semirromboide tipo camastro al centro del escenario que con sólo tratar de descifrarla se va la imaginación hacia lugares inusitados. Ahora, la piel chinta y las expettivas al por mayor.
¡Y comienza la función!
La masacre del 3 de mayo perpetrada por la infantería francesa en Madrid contra los rebeldes, opositores y revolucionarios patriotas españoles fue una orden mandataria del emperador Napoleón Bonaparte en 1808. La pintura de Goya mostrando a los mártires sacrificados, detenidos por la guerra, caídos por el honor, descubre a un valiente madrileño enfrentando su destino con valor, encañonado por las armas francesas, sirviendo de bastión para sus compatriotas, dispuesto a morir por su virtud.
Y aparece Marcos Celis en escena, el vivo retrato de aquel personaje en el lienzo de Goya, como si dios hubiese tomado la pintura cual modelo y de allí moldeara al actor en carne, hueso, sangre y espíritu. Pero el rostro no viene solo, sino acompañado de movimientos asustadizos, incautos, temerosos y un discurso poético, político, portentoso y poderoso en todos sentidos. Cada palabra, cada silencio, cada mirada y cada giro de la estructura geométricamenteretadora hacen de este acto una verdadera joya de emotividad.
Una cortina se abre. Un caminar, dos larguísimas piernas, interminables. Un par de tacones altos. Un fantasma transparente. Un halo de inquietud, de incógnita, de zozobra incluso. He ahí la contundente revelación de Alice Dutailly… y con ella vuelve la batalla con lo franco, lo foráneo, lo informe del abismo.
Así dialogan los cuerpos, las miradas, los movimientos y la poesía, desfilando eternamente cual uroboros cíclico del hado inevitable que asalta a la humanidad. La guerra y la paz; la libertad y la opresión; la injusticia y el idealismo; la vida y la muerte; el miedo y la valentía; la furia y la pasividad; el hombre y la mujer; el amor y el vacío.
‘Mon Petit Hígado’ es un delicioso encolado de arte y corazón engendrado por los talentos de Bocamina Teatral. Una interpretación increíble de una obra excelente en un foro maravilloso bajo la dirección del genial Daniel Rivera Rubio, todo lo cual termina por dejarlo a uno rendidamente enamorado… ¡de todo!: de la experiencia, del espacio, de la propuesta y de la poesía. Pero, y entonces, ¿qué queda después del amor?
No se pierdan esta experiencia, y aún queda una oportunidad, pues este fin de semana, 24 y 25 de junio, serán las últimas funciones de esta obra tan sabrosona. Ya se la saben, el Foro Doble Nueve los espera con los telones abiertos en Carretera Las Bombas-La Paz Km2, Col. Adolfo López Mateos, a un costado del «Club Deportivo Terrazas», Pachuca de Soto, Hidalgo. Teléfono: 7716997572 y claro en sus redes como Foro DobleNueve
Kobda Rocha