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Parásito Rastrero

Es momento de revelar el misterio de dios y explicar el origen de la miseria humana. Para entenderlo adecuadamente, es necesario abrir bien los ojos y desempolvar la mente de tantos prejuicios y obstinaciones. Cabe la pregunta: ¿por qué el obsequio del padre es el padre mismo? ¿Será, acaso, que no tiene nada qué ofrecer más que su propia existencia?

Su mano es un cuchillo que rebana nuestros corazones, provoca un dolor que ni mil generaciones de hombres buenos podrían soportar. Nos ha traicionado al culparnos por haber encontrado en su mirada nuestra larga agonía cuando él se esconde entre las sombras como una pantera acechando a su presa. Insensible y despiadado, permite la muerte, la tristeza y el dolor. En cada persona ha germinado un extenso océano de lágrimas. Tanta devastación no encontrará paz en la tierra ni en el cielo porque más allá de las nubes sólo habita la mentira. ¡Desclava la espina hendida en el corazón!

Degradación sistemática, laberinto de cenizas. Es culpable de habernos creado como una especie enferma, de barro y lodo, de carne y hueso, de crimen y horror. La amargura de su alma ha provocado que su frágil creación acepte sus mentiras como verdades y espere feliz el momento de su muerte. No hay sabiduría ni arrepentimiento que heredar de él, sólo un paraíso lleno de excremento donde podremos vivir eternamente como parásitos rastreros moldeados a su imagen y semejanza.

Tú eres el enfermo, eres un gusano. Posees el corazón más penumbroso que haya existido. Posaste sobre el mundo maldad y sufrimiento. Y tus hijos, tu creación desolada, finalmente están cansados de ti.

La sabiduría se le ha agotado, su bondad de a poco se va extinguiendo. Ahora es un simple parásito rastrero alimentándose de nuestra putrefacción.

 

Kobda Rocha

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