Metido en una caja, apretujado y en descomposición,
esperando una carroza que me lleve consigo.
Una vez arrojado al cieno, los gusanos vendrán a hacerme compañía
en este cajón de huesos donde me han abandonado a la putrefacción.
Muerto y enterrado tres metros bajo tierra, como dieta de lombrices.
Tieso, frío, y aplastado por la decadencia.
Hedor fétido, cuerpos consumiéndose, podredumbre sepulcral.
Los insectos engordan saboreando mi carne,
me invaden, por dentro y por fuera,
festejan el buffet de mis entrañas.
Sólo queda de mí este gris cajón de huesos.
Kobda Rocha
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