Damas y caballeros, niños y niñas,
ha llegado el momento de la verdad.
Tomen asiento, pónganse cómodos
y escuchen muy atentos lo que les voy a contar.
Es un arte muy hermosa de una antigua sociedad.
Más que arte, para ellos, religión espiritual.
Vodoun… ‘Vodoun’, así se llama.
Que en su idioma y su cultura, la del África occidental,
significa «dios de dioses habitando lo individual»;
es decir que en cada uno hay un grado de divinidad.
Hoy en día a eso mismo ‘Alma’ le solemos llamar,
pues es la esencia divina en el rubro personal.
Se trata de un muñeco… (¡ésa no se la esperaban!)
Un muñeco de tela como símbolo material,
un mechón de cabello como lazo corporal
y un objeto, el que sea pero que sea de su propiedad.
Una caja de alfileres nuevos, sin usar;
poco a poco, uno a uno, con cuidado, lentamente,
ubicando el punto exacto, se los tienes que insertar.
Como siempre, como en todo, hay dos lados que mirar:
1) unos hombres dedicados al terror y a la maldad
el Vodoun lo convirtieron en vudú para matar,
con sus fines de venganza, de poder y tempestad;
2) otros hombres dedicados a lo bueno y a ayudar
combinaron su experiencia, sabiduría y habilidad
con la de los antiguos chinos para, así, poder curar.
Dos artes compartiendo una cultura:
el vudú y la acupuntura,
una mata y otra cura,
una te regresa a la vida,
y la otra te manda a la sepultura.
Lo importante de este cuento que acaban de escuchar,
más allá de nuestra historia y la enseñanza moral,
lo de veras importante que debemos rescatar
es la idea que tenían los antiguos terapeutas
de mirar el cuerpo humano como símbolo conceptual,
una representación de algo más allá de lo terrenal.
Igualito que un muñeco, que no somos nosotros,
pero sirve de metáfora, como imagen ideal.
Así mismo es nuestro cuerpo:
una representación tangible de nuestro ser trascendental.
Porque somos un conjunto, una suma de valores,
nuestra sola existencia ya comprende una totalidad.
Y es que, en esta vida,
no sólo hay que tener riqueza monetaria y belleza corporal,
también hay que tener una belleza interna y riqueza espiritual.
Kobda Rocha