Archivo de la categoría: Digresiones Musicales

Madona, diosa del aire

Miró a La Virgen María,

la abrazó con amor,

besó su mejilla y le rogó piedad.

Escaló por los muros del mundo,

se montó en una nube blanca y esponjosa,

enredándose entre suspiros de algodón.

Entre flores pavimentadas,

 

sobre el verde humo de la industria petroquímica,

sonreía entre diamantes vestidos de miel

con collares de oro, seda fina y hortensia azul.

El corazón embestido contra las estrellas;

el viento despeinó su corcel imantado,

los jardines oxidados formaron sus paraísos primitivos.

Se posó frente al altar de nuestra madre

y lloró antes de poder morir;

lloró sin palabras,

sin paz, sin amor.

 

Murió, porque el mundo no supo qué otra opción podía ofrecerle.

 

Kobda Rocha

Tu puntuación
(Votos: 0 Promedio: 0)

Odio amoroso

¿Qué es el odio amoroso?

Es exactamente el amor odioso, pero sin tan buen ritmazo.

Matarse a besos, 

acribillarse con caricias, 

balearse con abrazos.

Eso que tenemos tú y yo,

eso es.

 

Esa aversión insoportablemente bella;

esa repugnante guerra de cariño y te-extraños.

Esa mutua antipatía.

 

Cachetada cariñosa, 

blowjob con mordida,

chupetón y moretón.

 

Es nuestra furia incontrolable de amantes extasiados,

de necesitar al contrincante e invitarlo a cenar.

Es la ira de dos enamorados,

es la rabia de los tortolitos comprometidos.

Juan José Lavaniegos lo dijo:

“no habrá nadie que te odie tanto como te amo yo”.

Te amo tanto que me sale el necrofílico interno,

te odio con tanto amor que te quiero vivo para desear matarte.

Todo se vale, todo cuesta, todo se paga.

La única regla es:

ama a tu enemigo tanto como te odias a ti mismo.

Kobda Rocha

Tu puntuación
(Votos: 0 Promedio: 0)

Haciendo justicia a lo mejicano

La digresión de esta semana es breve y directa. Lo único que quiero es enlistar diez canciones que sellarán las bocas impertinentes de los malinchistas que repiten insulsamente que en Méjico no hay buen metal. Ya sé que es inútil discutir con cualquier ignaro que ha sido cocowasheado por el imperio estadounidense, pero igual no está de más aleccionarlos de vez en cuando (nunca se sabe cuándo podrán entrar en razón). Así es que voy a retar a todo aquel ingenuo que piense que el metal sólo puede venir de la Europa norteña o, peor aún, de la tierra del Capitán América; el reto será escuchar esta lista y encontrarle deficiencias musicales en su escala de calidad auditiva.

  1. Víctima (Ágora). Precisión y herencia exacta del linaje clásico del Heavy Metal, con un ensamble más que detallado en el andar de los compases. La fuerza y la melodía, los sintetizadores y la voz en perfecta comunión. Y eso, claro, sin mencionar el espléndido solo de guitarra.
  2. Apocalypshit (Molotov).Maldad, el diablo, blasfemia, irreverencia, maldiciones, groserías, transgresión, lo prohibido, lo indebido, lo malo y los eructos. ¿No es eso de lo que se trata el rockandroll?
  3. La estrella (Resorte). Complejidad musical a todo lo que da, una muestra de los alcances supremos de la composición. Una escuela del New Metal aprobada con honores y mención honorífica. Baterías con juegos rítmicos sutiles pero potentes, bajos no cuadrados que no son sólo el apoyo del conjunto sino una identidad vertebral del sonido, guitarras de seis cuerdas y quince trastes bien reconocidos y muy bien utilizados, y un trabajo lírico y vocal de primera.
  4. Ente (Larva). La fuerza que llega más allá del sonido instrumental, una destrucción del alma, salida de la sombra en el corazón, una oscuridad que fluye por las venas, que explota en cada grito, en cada palabra, una letra con sentimiento, con sentido, con profundidad. Y un final hermoso, tremendo y devastador.
  5. Alegoría (Ultratumba). Una prueba más de que el Metal no necesariamente tiene que ser rápido para ser agresivo. Una rítmica droga de éxtasis con dejos de Stoner, Heavy, Death, Rock y hasta de Melodic. La dupla Lorenzo Partida – Julio Márquez es un monstruo magnífico de composición, y la voz de Roberto Ramírez le agrega ese toque final que vuelve esta pieza una obra maestra.
  6. Mecosaurio (Brujería). La voz de Brujo, las metrallototas de Asesino, los tambores de Greñudo, las cuerdas de Fantasma, y todo un equipo de marijuanos locos devastando los oídos del mundo. Mecos, Satanismo, Brujerizmo, y mucho Death Metal.
  7. Adelitas (Asesino). Con un mensaje simple de sexo, cojidas, prostitución, depravación, droga, muerte, asesinatos, violencia y cruenta morbosidad, la música simplemente no puede ser cualquier ligereza. El sonido se posiciona a la altura del discurso, irrumpiendo agresivamente contra todo lo bueno, lo moral, lo moroso y lo convierte en metal extremo de Colofox.
  8. Rancid bowel sarcoma (Disgorge). Una muestra del alcance underground que, de tan bajotierra que logra ser, llega hasta las entrañas del infierno para hacerle vomitar todos los diantres condenados a las llamas. Esto es brutalidad pura nacida hace casi tres décadas en un mundo que apenas si concebía lo que era una masacre sonora en manos de músicos y románticos …por lo artístico y por lo infernal.
  9. Chabelita, la niña pornogore (Gore & Carnage). Qué bastaría para describir la cochinez sino la misma música defendiéndose por sí sola. El atascón de la garnacha, los frijoles y la perversión. Todo con sonidos marranones y salsita de la que pica.
  10. Porno Furby (Hol-a-wit). Dos palabras: Porno Gore.

 

 

He ahí la prueba del potencial mejicano en este género musical. Y eso que estamos dejando fuera a Transmetal, Luzbel, Veneno Para Las Hadas, Panic, Haqq-ed-dumm, Ángel de Metal, Semen, Leprosy, Paracoccidioidocomicosisproctitissarcomucosis, Fortaleza, Alaydha, Septentrion y tantas otras grandes bandas del metal mejicano. En fin, esto sólo fue una pequeña lección para esos ilusos eurocentristas o, peor aún, gringocentristas.

Kobda Rocha

Tu puntuación
(Votos: 0 Promedio: 0)

Mi primer asesinato

¿Qué será más placentero para ellos:
quitar o permitir la vida?
Oscar Blancas Vargas

Vivir requiere un alto grado de valentía. Existe una opinión dicotómica muy marcada cuando se trata del suicidio: algunos afirman que se necesitan muchas agallas para pegarse un tiro y otros lo califican como un acto de cobardía. Cabría entonces la suposición de que ocurre lo exacto mismo con sobrevivir. Pero no es así, pues resulta innegable que para vivir, además de un altísimo porcentaje de tendencias al masoquismo, se requiere mucha valentía. Vivir es sólo para los valerosos y para los que gustan de sufrir.

Acabar con la propia vida es un acto sin duda parteaguas en la vida (sí, entiéndase la ironía). Sin embargo, aún más titánica es la empresa de acabar con una vida ajena. Lo más terrible acaso sean las tantas consideraciones que circundan el asesinato, y no me refiero al acto último de decidir si apretar el gatillo o no, sino a la maduración previa del autoconcepto asesino… si es que hay alguno alguna vez.

Cuando uno no ha matado a nadie, son muy escasos los métodos de cómo hacerlo; la imaginación en el asesinato, como en el sexo, surge de la experiencia, del tedio de la rutina, de la aventura por lo nuevo, de la excitación ante lo extravagante. Los motivos, por ejemplo, son un límite constante y común para no asesinar porque, cuando uno jamás ha matado, el autotítulo es buena persona. Axiomáticamente, matar es una actividad de gente mala, de malhechores, de perversos, malvados, criminales y desalmados. Todo esto, por supuesto, es un pensamiento infantiloide que sólo tienen los que jamás han matado.

Para aclarar lo anterior, y para desviar la atención de los tantos detractores y moralistas obstinados que defenderán su miope opinión de que una persona buena no asesina, habrá que mencionar las tantas guerras políticas, religiosas, económicas, culturales y personales. Mucho de nuestro mundo es resultado de asesinar a la persona indicada en el lugar indicado en el momento indicado por el motivo indicado y en las condiciones indicadas. Sé que es difícil convencer a los cerrados de cerebro, pero basta con pensar en que, si hay un hombre malo, el bueno lo debe detener; por supuesto, antes que muerte se considera cárcel, castigo, reeducación o exilio, pero si es muy muy muy muy malo o las condiciones son propicias, habrá que asesinar al asesino para que se haga la paz. Existen muchos pasajes históricos, literarios, y hasta cinematográficos, así que no me fatigaré más en convencer a nadie de nada.

Ahora, aquí el relato confesión testimonio de mi primer asesinato:

Harto de la pequeña rata (criminales menores) actuando en mi ciudad, afectando a mi gente y degradando la vida de mi tierra, comencé a hacer frente a estos mini villanos (rateros, violadores, ofensores y canallas varios). Al principio, con inexperiencia y estupidez; luego, con astucia y efectividad; al final, con facilidad y dominio. Cada vez, el margen de error se reducía y la victoria era alcanzable con plena confianza del método heroico. Porque sí, uno llega a sentirse héroe, defensor de los oprimidos, justiciero anónimo, caballero valeroso.

No debería enorgullecerme de mis batallas porque, en principio, jamás debieron existir. Donde hace falta un enfrentamiento no es un lugar confiable y, por extensión de la obviedad, sus habitantes tampoco son de fiar. Sin embargo, ya metidos en este contexto de violencia y deshumanización, sí me vanaglorio de los asaltos frustrados por mi actuar, de las mujeres a quienes ayudé (salvé) de una posible agresión sexual mayor, de los ancianos a quienes socorrí con las habilidades que me brinda un fuerte cuerpo en juventud (porque, ya en esto, también eso se vuelve parte del oficio). En fin, conocí el honor, el valor y la valentía.

Pero el mundo es un maldito y siempre encuentra la forma de vencer a cualquiera, sobre todo a mí.

A bordo de un bus en pleno resistero, un hombrecillo subió gritando, amenazando y exigiendo dinero, pertenencias y temores. Bien practicada mi rutina, me levanté de mi asiento y me opuse al robo. El tipo aquel me miró, apuntome con su arma y dijo ¡Hoy no te vas a morir!. Acto seguido: disparó contra un señor que viajaba tranquilo sin secundar mi resistencia, un pasajero inocente que no tuvo la culpa de que yo, un héroe, viajara en el mismo bus que él, un hombre bueno que no pidió mi ayuda. Ahora, por mi culpa, él está muerto. Eso es asesinar.

Desde entonces, he dejado de combatir el micro crimen de mi ciudad por miedo a matar de nuevo. Se ha posado sobre mi corazón el miedo a la muerte; no a morir, sino a matar. Ahora soy débil, cobarde y deshonroso. Ése es el precio por ser bueno.

Poco a poco lo voy superando (espero… eso dice mi terapeuta) pero ahora me asalta un desconcierto aún más grande: ¿qué haría si alguien se quita la vida y como carta suicida deja un poema mío? O peor: ¿qué haría si alguien asesina a un inocente y como argumento utiliza uno de mis poemas? Quizá, por ahora, lo mejor sea el silencio.

Kobda Rocha

Tu puntuación
(Votos: 0 Promedio: 0)

Una Nación Alienígena

Es Augusto Quevedo Lara, líder, capitán, comandante del objeto volador no identificado que lleva la misión a flote de conquistar el orbe. La Nación Alien es un proyecto que llegó para invadir nuestro mundo. Arte visual, plástico, cartonería, fotografía, alebrijez, máscaras. Este proyecto, entre gratiferias, talleres, exposiciones y mil cosas más, publica un fanzine alterno en el cual también se incluye el sentido literario. Cabe mencionar que el número de humanos abducidos, entre artistas y espectadores, ha forjado una galería de talentos cuantiosos. Hablar de todos los involucrados (en las diferentes etapas de esta nación) sería una empresa casi interminable, pero debemos reconocer que cada uno ha aportado una página importante en la historia del proyecto. Yo mismo he desfilado por las trincheras de La Nación Alien, en el #9 del fanzine de hecho. Ahí una prueba más del interés artístico del jefazo Quevedo Lara no sólo por lo visual, sino también por lo literario e, incluso, por lo musical. Así es, la nación ha tenido a bien difundir un sampler de sonidos estrafalarios… a decir, “alienígenos”.
El disco se compone de diez tracks esquizofrénicos, extrañísimos a primera escucha (y cómo iba a ser de otra forma si el contacto extraterrestre no es cualquier trivialidad). Parece simple recurso retórico cuando digo que el audio del sampler es extraterrestre; sin embargo, si no las bandas comandadas por humanos (aparentes), al menos sí la sensación que su música provoca. Un poco porque las diferentes propuestas musicales son, además de alternas, complejas, y otro tanto porque la selección e incorporación al disco es muy específica. Esto no parece un acoplado común de bandas dispares que reúnen sus canciones en una misma producción; por el contrario, esto es más una experiencia sensiorial de comunicación alienígena. Mientras uno escucha, se aviene la sesación de estar presenciando a criaturas fuereñas. Como entrar al archivo general de sucesos paranormales y ponerse a oír los testimonios de todos los abducidos. Y, en efecto, pareciera como si los diferentes compositores fueran creaciones experimentales que a su vez han creado, por medio de relatar y replicar la experiencia, creaciones artísticas fuera de este mundo.

Ahora lo saben: si quieren literatura, música, arte visual y mucha buena vibra (como la que casi no se encuentra en este mundo) revisen el proyecto de La Nación Alien y alisten sus cuarteles porque el viaje es largo y sin regreso.

Kobda Rocha

Tu puntuación
(Votos: 0 Promedio: 0)

El soundtrack de nuestra realidad

En mayo, en la ciudad de Pátzcuaro (Michoacán, México), en el IV Encuentro Babel, conocí a Ioshio Hernández.Un escritor aventurado, muy imaginativo y algo chiflado (como todos los escritores acaso). La propuesta de este talentoso colega viene en una comunión de sonidos con grafías: Ficciones con soundtrack. Éste es un libro experimental, atrevido, peligroso. La cuestión es leer una serie de dieciséis ficciones al ritmo de dieciséis melodías diferentes. A primera mención, suena divertido; sin embargo, es mucho más complejo de lo que uno pensaría.

Primero, la idea que se viene a la mente es pensar que el autor se inspiró en cada canción para escribir sus textos, que los escribió escuchando las mismas canciones. Pero ya entrando en la lectura, parece que la propuesta es más profunda. Tampoco es que los textos traten sobre las canciones, ni siquiera son los exactos temas de las líricas. Y llega, pues, la pregunta: ¿qué hay que hacer con los tracks musicales? Al parecer, la indicación es leerlos con las canciones de fondo. Otra vez, parece sencillo. Pero cuando uno comienza, las canciones terminan antes, o sobra mucho tiempo de música después de terminar de leer. A veces el beat es muy lento y el texto muy largo como para llevarlo al mismo ritmo, o viceversa.

Segundo, es muy difícil encontrar la concordancia entre las letras y las notas. Música muy buena y textos muy buenos que parecieran no estar ligados, como una hamburguesa de amaranto o un pastel de aguacate. Es un gran reto forzarse a comprender la relación y, sobre todo, a sentirla. Es inútil sólo dejarse llevar por las emociones, pues ni la música ni la literatura son tan simples. Tienen, como toda excelente obra de arte, una profundidad y un trasfondo bastante complejo, completo.

Es octubre y yo apenas logro digerir esta entrega de canciones ficcionalizadas. Y probablemente no lo hubiese logrado de no haber coincidido nuevamente con Ioshio Hernández en la II Feria Itinerante del Libro Alternativo (FIL Alterna), donde tuve la fortuna de escuchar al propio autor leer algunas de sus ficciones con los soundtracks de fondo. Fue entonces que llegó el ¡Kaboom!, el ¡Eureka!, el ¡Alakazam! Es decir, la epifanía. Comprendí que no sólo es el texto y la música, sino también la lectura, el ritmo, la intención, la medida, la emotividad, la comunión de la literatura, la música y el ser humano.

Justo ahora me encuentro tratando de descubrirme en medio de este emparedado artístico tal como Ioshio lo ejemplificó. Un gran ejercicio de unidad disciplinaria. Quizá sea ésta la literatura que tanto han buscado algunos lectores exigentes con éste nuestro nuevo milenio.

Kobda Rocha

Tu puntuación
(Votos: 0 Promedio: 0)

El otoño sueña ser verano

Eres en mi vida ansiedad, angustia y desesperación.

Oswaldo Farrés

A la mitad del delirio, justo en ese momento en que sientes las hojas caer de tus ramas y tu tronco volverse frío, es cuando comienzas a soñar. Durmiente fantasmal aplastado por la locomotora de la vida, viajas a una dimensión donde tengas consciencia plena de la sangre fluyendo por tus venas. En esa dimensión sueño, huyes de ti mismo, de tu propia muerte impregnada en los años, en las arrugas, en los achaques del tiempo y el desgaste natural de la corteza. Intentas, con abono y optimismo, cambiar tu sino y reverdecer; pero, al despertar, tu reflejo en el espejo no te deja cumplir tus deseos. Es imposible revivir un alma decadente, es imosible florecer en la muerte.

Eternos los días, eternas las noches,

profundo el tiempo, profundo el silencio,

insoportable la distancia, insoportable la soledad,

inaudible mi canto, inaudible mi llanto.

Un laberinto de los más oscuros sentimientos podrían atemorizar a cualquier sirena cual desierto terrenal, insalino y seco. Despertar de un idílico sueño primaveral es naufragar en una gran isla sin mar. Nadie te salvará, no podrás salir de tu personal imitación de infierno. Llorar, dormir, soñar y morir: ahí el hado hechizante de la existencia.

Natura indiferente mirará tu lenta caída en el invierno. La luna no suspirará por ti, el mar no susurrará para ti, los murmullos serán ventiscas despiadadas. Los recuerdos arderán; de las cenizas sólo quedará la noche y tu cuerpo. El llanto no será fármaco suficiente para volver a apresar deseos tan vívidos. Poco a poco el silencio te consumirá. Único consuelo: cerrar los ojos y dormir esperando no despertar. Torcido árbol, sueña incesanemente con tus raíces vivas y tu eterna juventud.

Kobda Rocha

Tu puntuación
(Votos: 0 Promedio: 0)

Odio sin poesía

Quiero pedir una disculpa a todos mis lectores (si es que hay alguno recurrente que revise esta columna con frecuencia). Me disculpo por anticipado y me disculpo sinceramente por lo que habré de escribir en esta ocasión; bien sé que Digresiones Musicales es un espacio para reunir música y literatura, sin embargo, este texto nada tiene que ver con música, mucho menos con literatura. Utilizaré, por el contrario, la publicación de hoy para descargar toda mi furia, mi odio contra el mundo, mi muy personal manera de detestarlo todo y a todos.

El arte, dicen, sirve para sensibilizar corazones. La lectura, la literatura, la poesía es, se supone, el factor que lo vuelve a uno merecedor del título que lleva nuestra especie por herencia histórica. ¡Y ni se diga la creación literaria! En palabras de Doris Lessing, “Escribir te hace más humano”. Pero no es cierto. Se equivocaron. Nos han mentido todos estos siglos. Para lo único que sirve es para incrementar el sentimiento de desprecio y repugnancia hacia todo lo vivo, lo animado, lo existente y lo por inventarse.

La especie humana no es digna de admiración, de respeto ni de empatía siquiera. Ése es el pecado original del que tanto se reprochaba mi abuela: haber nacido humanos es suficiente para avergonzarnos de nosotros mismos, para darnos asco al mirarnos al espejo, para desear la destrucción del mundo, del nuestro al menos. Ser un ser humano es lo peor que le puede suceder al ser humano.

Los filósofos también se equivocaron. Toda su teoría es inaplicable al mundo real, porque el mundo no está hecho para la ciencia, las matemáticas, las ideas, las teologías, el conocimiento, el saber, la sabiduría. Nada de eso interesa al mundo, al de a de veras, porque el mundo está hecho para el fútbol, el dinero, el sexo, el alcohol, el poder y la ignorancia. Eso es el mundo. Lo demás, lo intelectual, lo espiritual, lo humano no tiene aplicación práctica en el mundo. Para nada sirve la filosofía, ni siquiera para la filosofía misma. En el libro es lo mejor que hay, pero no salva vidas, no ayuda a nadie, en síntesis, no sirve para nada.

Los dioses tampoco son refugio suficiente. La fe es un paliativo, una droga, una farsa pre-aceptada para disminuir los sinsabores de nuestra individualidad. Somos perennes y estúpidos, ésa es la verdad; cualquier cosa que nos desvíe de tal idea es una negación, una fantasía, un sueño hecho realidad. Y así, justo así, es como se conduce el mundo: soñando. Trabajan, hacen dinero, compran una casa, un carro, se hacen famosos, talentosos, lideran un movimiento, adquieren autoridad, poder, transmiten lo que saben, se enamoran, se casan, tienen hijos, hacen amigos, ríen, se cuentan chistes, van al cine, beben, juegan, gritan, a veces se pelean y a veces tienen sexo, compran la despensa, cocinan, se visten, manejan, fuman, viven… viven… como si valiera la pena… como si vivir valiera algo. Y quienes se suicidan, lo hacen con la misma vacuidad, como si morir valiera de algo, como si morirse fuera mejor que vivir.

Yo, por eso, lo odio todo y a todos. Odio al mundo entero, pero sobre todo me odio a mí mismo, por ser incapaz de vivir igual que el mundo, vacío y sin razón para hacerlo, pero de todos modos estarlo (vacío y sin razón). La paradoja del poeta…

Kobda Rocha

Tu puntuación
(Votos: 1 Promedio: 5)

La búsqueda del espíritu

Deseo que haya una vez un país muy lejano donde todas las tierras fantásticas de la literatura y el cine se conjuguen y converjan. Allá, en la nación de la fantasía, en la república de las maravillas, en la patria de siempre jamás, tal vez mis poemas alguna vez logren salvarle la vida a alguien.

Marcharé en busca de aquel lugar y juro que lo encontraré, no importa qué tan lejos deba viajar ni cuánto tarde en encontrarlo. El cartógrafo no pudo darme la ubicación, el chamán dijo que no en este mundo; es probable que para llegar sea necesario dormir, morir o acaso volverse loco.

Llegaré y me nacionalizaré ciudadano del infinito estero, y una vez establecido profesaré mi oficio de poeta. Tengo el presentimiento, cual presagio o profecía, de que allí hay un niño, un adolescente o una señora cincuentona, que necesita un verso mío para volver a sonreír.

Kobda Rocha

Tu puntuación
(Votos: 0 Promedio: 0)

A dos metros de la cordura

¿Qué tiene esta ilusión que llaman vida?

Nada en su origen, y en su extremo nada.

Antonio Plaza

Hoy escribo desde el vacío, desde la encrucijada espiritual de no encontrarse con nada, con nadie, ni siquiera con uno mismo. Saberse dentro de un cuerpo, pensarse, autoconceptualizarse, pero simplemente carecer de importancia, ser irrelevante para sí. Estar pero no necesitarse ni quererse. Y, además, ser el hueco en el alma de alguien más; tu madre, tus amigos, tu pareja. Estar con ellos y hacerles falta, porque si uno no está consigo mismo… mucho menos con alguien más. Hoy escribo desde el vacío, desde la ausencia de mí en mí mismo.

Algunas veces creo ser alguien, tener un empleo, ganar dinero; como si eso valiera la pena… como si eso fuera vida. Otras veces salgo a buscar una verdadera vida, una que esté a la altura de las películas y los libros, una donde haya aventuras y grandes experiencias; camino por el mundo, de noche y de día, sin rumbo, con ganas de no volver jamás, charlo con las personas más inauditas (prostitutas, criminales, indigentes, poetas), enfrento a los ladrones, casi nunca salgo victorioso pero me enorgullece el simple hecho de hacerles frente, rescato damas indefensas (cedo el asiento en el metro a una madre primeriza, ayudo a una anciana a cruzar la calle, le compro un helado a una niña que llora desconsolada en el parque), voy a los panteones, a los velorios y funerales a dar consuelo a totales desconocidos por los muertos que jamás conocí en vida, me reúno con grupos políticos, artísticos y académicos para tratar de cambiar el mundo, de mejorarlo. La mayoría de las veces me autoengaño y me repito incansablemente que eso me hace feliz, que para eso vine a este mundo, que no lo hago por mí sino por alguien que me necesita aunque yo no lo conozca. Pero en el fondo siempre sé que (aunque lo disfruto sinceramente) en el fondo sigue imperando el vacío.

Mi psicóloga, mis amigos, mi familia, mis maestros, todos dicen que es inmadurez, que ésa es una preocupación de adolescente, que es mi condición de millenial, de chavorruco, que ya se me pasará, que ya estoy grande para esas cosas, dicen, que soy ridículo, absurdo, patético. Hay una pila interminable de libros para superarlo, una cantidad inimaginable de artículos en internet para prevenirlo, para tratarlo, incluso para criticarlo y burlarse de ello. Soy un meme; eso soy: el cliché perfecto para convertirme en meme; así de simple, así de risible, así de estúpido. Ni siquiera tengo las agallas de ser suicida o asesino, de ser completamente cínico y hedonista o un común y corriente promedio sisifesco. Sólo soy yo en un mundo terminado, completo, lleno, pleno, total. A este mundo no le falta nada, ya está terminado, ya está completo, no le quedan huecos, yo estoy de más aquí, ya no quepo, no pertenezco. Mi lugar es el mismo vacío dentro de mí, ese vacío que me llena, que me completa, ese vacío que nada lo llena excepto más vacío.

Kobda Rocha

Tu puntuación
(Votos: 0 Promedio: 0)