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Luciérnaga poética

¿Qué es poesía? ¿Quién se atrevería a responder? ¿Quién, en sus cabales, aceptaría la responsabilidad de afirmar “poesía soy yo”?

Si ya es un gran debate el definir siquiera qué es, discutir el cómo se manifiesta es un problema aún mayor. ¿Escrita u oral?, he ahí el dilema. Claro, habrá quien defienda la antiquísima idea de que no se escribe, ¡se declama! Pero también saldrán partidarios de la ultraposmodernidad a defender su carácter gráfico. Que si el caligrama es visual, que si las aliteraciones no funcionan sobre el papel, que si sonido o imagen, que si bla bla bla…

Lo que sí es cierto es que la música ha aprovechado la teoría literaria (Poética) para sus propios fines, resultando en canciones con líricas asaz potentes e impactantes. Pero ¿y la poesía por qué no usa teoría musical para su beneficio? Por supuesto que tiene su propia musicalidad lingüística (en la entonación, en el ritmo, etcétera) pero eso sigue siendo poesía, no música.

Editorial Luciérnaga recién publicó la Antología Poética Jalisciense, la cual —¡aunque usted no lo crea!— se presenta en formato CD y no en libro. Así es, desde la ideación de esa iniciativa ya se ven alteradas nuestras expectativas de lo que es poesía —que hasta ahora se apega más a lo literario [no iniciemos otro debate aquí] que a lo musical. Los poemas no se presentan en páginas, sino en archivos de audio. He ahí una primer reconceptualización de este magnífico arte.

Una vez que comienza el disco, la impresión que deviene es un tanto más epifánica. Hay una instrumentación —eso ya se ha visto [escuchado] antes, dirán algunos— pero no es una lectura de poema con fondo musical. No, no, no. Esto es mejor, es una mixtura perfecta de ambas aplicaciones. Nadie diría que una canción es una melodía con poema de fondo, ¿verdad? En realidad, es una mezcla de ambos recursos. Pues bien, así también con este proyecto… sólo que al revés. La dominancia está en la poesía pero sin relegar a la música a un segundo plano.

La música, a cargo de Arturo Salazar Ortiz, es exacta y apropiada para cada uno de los tracks (ya no los llamaré poemas, porque esto va más allá). Los sonidos instrumentales y los lingüísticos se fusionan en perfecta armonía. Se motivan mutuamente, se justifican, se complementan, se completan. Todo esto sin mencionar el estupendo trabajo de cada uno de los autores: Alexa Trujillo, Arturo Salort, Carolina Estrada, Lenn Verchiel, Noe Figueroa, Josue Ibon y Helena Zirót.

Será mejor que cada lector/escucha forje su propia opinión sobre esta propuesta a través de su experiencia frente a este disco. Por lo que comparto aquí la liga hacia este álbum:

https://soundcloud.com/editorialluciernaga/sets/antologia-poetica-jalisciense

Kobda Rocha

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Debajo de los cielos púrpura

Cada uno tiene sus propios demonios… y sus propios ángeles.
Lorenzo Partida Bravo

¿Qué hay en el cielo, hermano?

Es un sueño cubierto de tinieblas, una insomne maldición nocturna. Pillaje e infección vacilan cual tigres al acecho. Dentro del más miserable silencio, aguardan confiscas las terribles formas de locura, como frías emociones de jorobados. Tus ojos no pueden más que llorar desilusión. Allá todas las regiones de la vida yacen empaladas, nuestra hambre y dolor son exhibidas en galerías de sufrimiento; la silueta del apetito, hincada, trae consigo un sangriento penar y postración. La mentira espera insolente con toda la soledad alrededor y el aniquilamiento que existe… siempre, siempre te vigila.

¿Y cómo es que has sobrevivido en ese lugar?

Debo confesarte, hermano, que yo ya no soy yo realmente. Fui muerto y desechado una vez. Pero, tiempo después, mentes científicas crearon mi milagro. ¡Ahora soy inmortal!, seré por siempre poderoso. Reparo mis genes tecnológicos, restauro mis propias heridas. Fui reproducido como una copia humana, programado contra las enfermedades, creado como un ser resistente y vigoroso. Soy una máquina invulnerable, sin sentimientos. Puedo incluso desafiar al mundo del cual he nacido y regir por encima de la muerte. Sin sangre en mis venas lo aborrezco todo… pisoteo la luz del cielo. Soy un replicante con vida eterna, mi destino está decidido: duermo en una tumba de hielo, porque soy artificial.

¿Hay más como tú?

No. Hórrido es el hado de la humanidad… Suprimidos en algún lugar del infierno donde las flores mueren quemadas, el llanto de los niños pide por el sosiego de su madre agonizante; sólo la muerte los cobijará, sólo ella podría llevarse su ruina y disipar la desventura, acogerlos en aquellos blancos cielos que adornan de mármol la esperanza. Pero el amo es cruel, hermano. Los ha despojado de toda alegría. Sufriendo como los ángeles, olvidados en las sombras, empapan con lágrimas rojas los caminos del cielo insensible. Por la noche, la oscuridad cae como acero y sus tiernos rostros, nuevamente, esperan clamorosos el frío beso de la muerte que aúlla su nombre en soledad. Su único deseo es irse volando, al ritmo de sangrientas sinfonías, con los vientos melancólicos de inmemorial nostalgia.

¿Qué destino me espera a mí, hermano?

Tú, hermano mío, ya has sido marcado por el negro infierno. Cuando arribe tu hora, vendrás para satisfacer la pasión de las llamas. La lujuria, desde ahora, te quemará con ansia las entrañas. Tu excitación crecerá al anochecer. Un libidinoso apetito arderá en tus venas repletas de sangre; propicio, el silencio te seducirá lentamente. Poseer la carne a través de infernales deseos guiados por el demonio: ésa es tu condena. Yo sé que la gracia del creador estaba en tu mente antes de ser maldecido por este deseo vehemente, pero estos primitivos sentimientos insobornablemente te cubrirán en las noches desoladas, porque tu espíritu ruin y enfermo ya fue marcado por la maldad.

Pero el creador me ayudará, ¿verdad? ¡Él puede salvarme!

¿Él? Él es la gota de luz y la herida en las manos; es una presa desnuda, un simple objeto coleccionable, deificado artificialmente por años de pátina y mitología. Es la cruz colgando en tu cuello, la diadema de espinas que encumbra las sensibilidades. ¿Dueño de tu redención? No, hermano. Él no te puede ayudar. ¡Míralo! Tiene clavos en las manos, está herido en su costado y sus piés, descalzos, han sido perforados. En este falso mundo de suplicio y esclavos, él sólo es un ídolo sangrante decorado con clavos. Su dolor vive a través de los siglos, sus brazos están abiertos y con ansia buscan penetrar los anchos cielos… igual que todos los demás.

Pero María…

Escúchame, hermano. Lo que nos dijo mamá cuando éramos niños no es lo que pasó en realidad. Sí, él bendijo su estrecho esfínter y sus divinos ojos mostraron luz, pero lo hizo para violar su alma. La humilló… y gozó cada palpitación mientras penetraba sus sentimientos de inocente devoción. Es un ser patético e insaciable. Profanó su corazón para realizar todas sus fantasías, aun lacerando la tersa piel de la doncella. Sabía, el muy maldito, sabía que ella haría cualquier cosa por su dios. Así que desató su rancia lujuria para encumbrar la penetración. La azotó, empujó con todas sus fuerzas hasta sangrar el cuerpo indefenso de la niña como vil objeto de satisfacción para su perversa libido. Saboreó dominante, con torpe gozo, ese cuerpo inexplorado. Quería beber su tibio líquido y eyacular en precoz omnipotencia.

¡Calla! ¡No es cierto! ¡No es cierto!

Yo jamás te mentiría, hermano. Te digo todo esto porque quiero advertirte. Estás muriendo. No hay esperanza de salvarte, no con tu condición. Si cierras los ojos por un segundo, podrás sentir tu propia decadencia. Poco a poco, el dolor te llevará hasta el abismo de la inconsciencia. Créeme, ningún dios te aliviará de esta espantosa enfermedad. Tus días están contados… nunca nadie ha sido curado. Aún no te has dado cuenta, pero tu rostro ya ha comenzado a palidecer. El cáncer te devora lentamente.

¿Por qué yo? ¿Por qué a mí?

¿No lo sabes, de verdad? ¿Recuerdas aquellos días en que papá nos azotaba hasta sangrar? Tú eras muy joven todavía… tal vez por eso lo has olvidado. Seguramente cada noche tus sueños te traen esa pesadilla, atormentándote el alma como abriendo una vieja herida. Ese día, estabas cegado por el rencor, en tu mano había un puñal que la muerte guio para convertirte en un criminal. Ahí, donde la amargura gobierna, tu corazón reventó de dolor y lo mataste… mataste a quien te dio la vida… mataste a papá. ¿No lo recuerdas? No te sientas mal. Las palizas de nuestra niñez, todas esas vejaciones y ultrajes cobraron venganza con sangre. No te arrepientas, no sufras. Yo te lo agradezco. Nos salvaste de una vida llena de traumas y dolor. Pero se acerca tu hora de rendir cuentas.

¿Y qué puedo hacer? ¡Dímelo, hermano!

En nombre del infierno seré un fiel sirviente y te cubriré de basura como he prometido a mi señor. Te confieso, hermano, que estoy aquí para convencerte de ir conmigo; porque, ¡acéptalo!, nacimos para pecar, somos la herramienta del odio, nuestros cuchillos gotean malevolencia. La frustración, igual que a mí, te devora el alma; lo sé, créeme. Pecar será tu única alegría. ¿A qué te aferras? Este apático sistema que infame roba ideales terminará por ahogarte en suciedad. ¿No lo ves? Arde de pecados tu alma, hermano. Juntos infectaremos este mundo, seremos el instrumento de la calamidad y empaparemos la tierra de vileza y destrucción.

No…

¿Qué dijiste?

Dije que no iré contigo.

No seas tonto, hermanito. No tienes opción.

Lo sé, y no me importa. No iré contigo, hermano.

Estás cometiendo un grave error. Si tomas ese camino, terminarás invadido por deplorables recuerdos y un raudal de tísicas emociones habitará tu mente. Tu vida, ya en descomposición, concluirá triste y desafortunada… será un largo paseo con la muerte. Tu cuerpo será un sepulcro cubierto de fétido olor, de tu carne purulenta escurrirá la pus de infortunio. Otra asquerosa noche insomne te asaltará hasta que no tengas fuerzas para continuar. Tu alma arderá engusanada y roída por bacterias, tus sueños se convertirán en andrajos vivos y tus pertenencias serán menos que fantasmas de un sabor amargo en tu boca. No tendrás más sangre para sangrar, tu piel quedará amarillenta y rancia. Tu existencia será consumida por esta maldición; al final, vomitarás cuando huelas la chorreante pus de tu inmenso dolor. Verás escurrir la pus de tu dolor. Verás escurrir la pus…

Kobda Rocha

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Avulsiones desde el nosocomio

 

I am the push that makes you move.
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Por alguna razón (asaz enigmática), los políticos escucharon a los filósofos por primera vez en la historia de la humanidad e hicieron todo cuanto propusieron los académicos. El viernes 16 de noviembre de este año (2018), al concluir el XIX Congreso Internacional de Filosofía, los acilos para locos abrieron libremente sus puertas para no retener enclaustrado a nadie nunca más.

Por alguna razón (asaz extraña), los locos no quisieron salir ni tomar al mundo en sus manos. Fue como si se sintieran a salvo en tanto fueran tratados como dementes [demens]. Algunos, los no tan locos, escaparon al momento, alegres y aliviados. Otros, los no tan cuerdos, trataban de argumentar sinsentidos y preguntaban atentos a tantos ‘cambios tontos’ —ésas fueron sus palabras. Pero otros, los de veras locos, no dijeron nada, no hicieron nada; ignorando el embrollo por completo, permanecieron encerrados a voluntad.

Los filósofos no tardaron en filosofar en torno a la reacción (o irreacción) de los locos. Todavía no hay nada concluyente, pero los rumores dicen que la realidad, si conceptual [cogito ergo sum], es una invención intelectual del homo sapiens sapiens supradesarrollado, id est, de los locos. Y, debido a esta perspectiva cosmogónica, muchas personas (en su mayoría artistas —de entre los cuales destacan los poetas—) han ido a internarse a los psiquiátricos junto a estos locos naturales para, con ello, encontrar la verdad, la belleza y el bien del universo [καλοκαγαθία]. En el manicomio, dicen, está el fidedigno sentido de la vida; lo de afuera, el mundo en que hemos vivido hasta ahora, es un reclusorio imaginario, una mentira inexistente. En realidad no existimos sino porque algún loco nos debe estar imaginando.

Kobda Rocha

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La gracia de seguir siendo

Increíble pensar que en realidad solo vivimos por los demás. Parece tonto, pero generalmente es así. ¿Quién puede sentirse pleno al recibir un balazo que siempre duele, aunque el corazón ya este blindado?. ¿Cuándo y quién nos enseña a mirar adelante, dejando atrás la burla?. Seguir se sigue, … todos lo hacen. Pero la huella no se borra y es lo que amarra a una orilla de la que muchos ni siquiera parten. Es cómoda la derrota. Es fácil arrodillarse.

La experiencia sirve poco. Trae temor y resentimiento que no se traga con una sola noche de olvido. Que estúpido te vuelve el saber de antemano lo que sucederá. Esa cautela marica de evitar hacer, para después no padecer. Y así se deja pasar. Laissez faire total. Es dejar marchitar el libro antes de escribirlo. Es tirar las herramientas, en lugar de intentarlo una vez más y pensar que quizás la que viene es la que vale.

Las cuestiones familiares son cuestiones ineludibles. Quien esta. Quien se fue. Quien vino. Quien se quedó. Quien reapareció. Quien no estuvo nunca y de repente esta acá. Quien estuvo desde el principio, pero se cansó. Quien se fue para no volver. Quien no te ve jamás y cuando lo hace te pregunta banalidades. Quien siempre fue una mierda y el presente lo desnuda de pie a cabeza. Quien vale más es el más criticado.

El ser humano es un ser social por naturaleza decía Aristóteles. Lástima que al día de hoy esa misma sociedad que te crea, por naturaleza propia espera verte rodar. El morbo es lo esencial. El comentario vecino de la señora que no sabe que su hijo trafica y habla a los gritos señalando con el dedo al nieto de la finada de al lado. En eso se reduce la hipocresía del ser humano. Tan civilizadamente idiota para no darse cuenta que la unión y el amor también existen y son reales.

José Larralde bien lo supo expresar: “Nunca se meta ni pase por juez de problema ajeno. El rancho suyo está lleno de cosas por arreglarse”. Sin embargo, nadie le hizo caso. En el fondo somos todos tan parecidos, que pecamos prácticamente por esencia. Por ingenuidad misma de seguir siendo niños que se tropiezan por no saber bien como atarse los cordones. Porque escuchamos como se hacía, pero en la práctica todo es diferente. Y la calle puede ser muy dura para los dientes.

Solo Dios sabrá entonces la gracia de seguir siendo así. El sentido de tirar las cartas, guardando ese as bajo la manga que siempre se nos cae antes de ganar. Porque ventajear es la idea. Siempre estar delante de los demás. Si Maquiavelo viviera estaría orgulloso de su legado. No importa el camino, solo llegar. No importa cómo ni a quien habrá que pisar. ¿Llegar a dónde? es la pregunta. ¿Que nos hace creernos más?.

David Rodriguez

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Abusiones desde el nosocomio

Who the fuck am I to criticize your twisted state of mind?
Feels like a burn from which you never learn.
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Resultado del XIX Congreso Internacional de Filosofía, celebrado del 12 al 16 de noviembre (2018), se declaró por vías legislativas —y legítimas— que los locos eran los más aptos para ejercer el poder [potens]. La defensa gubernamental no se hizo esperar por supuesto, tampoco los cuestionamientos ciudadanos ni los señalamientos religiosos, aunado a la crítica empresarial (económicamente obstinada) y a las objeciones científicas (incomprendidas por incomprensibles). Pero los filósofos [δόξα κατά ἐποχή], metidos ya en sus camisas de fuerza, lograron desilusionar cuanto contraargumento les fue arrojado; echaron mano de todo cuanto saben —y hasta de lo que no saben— para conseguir, por primera vez en la historia del pensamiento, decidir el futuro de la humanidad.

Molestos, dubitativos y temerosos, los sociólogos solicitaron al congreso un plan de acción: ¿qué sigue ahora?, ¿cómo proceder?… No les podemos dar explicaciones, al menos no desde nuestra cosmovisión; podemos intentarlo, claro, pero no esperemos obtener respuestas convincentes de su parte. ¿Pero, entonces, ya no viviremos por vías de la razón? No desde la nuestra, sino desde la razón de la sinrazón que a los locos se hace [νους και σωφροσύνη]. “¡Es una locura!” exclamaron los psicólogos, antropólogos y humanistas a coro. “¡Exacto! Ya están entendiendo…” respondió el congreso.

Soltad a los locos, liberadlos, dadles hegemonía, hacedlos dioses y permitidles imperar.

Hoy, a dos semanas de concluido el congreso, finalmente se han abierto las puertas de los hospitales [hospitalis]. Los noticieros no han difundido el caso aún y, por tanto, el pánico todavía no es masivo. Tal vez haya cierta resistencia por parte de grupos positivistas estoicos u ortodoxos puristas, pero el hecho es que el dominio de la mente [Φρόνησις και Γνωσις] ya no está en nuestras manos. Durante siglos intentamos curar a los locos de su locura, ahora es tiempo de permitirles a ellos curarnos de nuestra cordura.

Kobda Rocha

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Abluciones desde el nosocomio

 

Insane!
Am I the only motherfucker with a brain?
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La locura, en términos generales, es el estado por excelencia contrapuesto a la razón. Lo razonable es la sensatez, la prudencia circunspecta, la compostura mesurada, la sabiduría y el decoro; lo contrario es, por supuesto, la locura. Los locos, por lo tanto, han sido relegados a la categoría de enfermos [infirmus], en el sentido de ser incapaces de regirse por las leyes universales del actual orbe humano; son ovillados como imbéciles en los confines terminales del mundo: la pobreza, la ignocia y el psiquiátrico.

Desde Erasmo, y tal vez desde Jerónimo (o quizá desde Aristocles), la figura del cuerdo [cordis] ha sido cuestionada a profundidad, poniendo en duda su soberbia soberana. A partir de Adán, el primer homosapiens, la humanidad se ha conducido por vías de la razón, orgullosa de evolucionar a base de su propia mecánica intelectual y remática científica. Sin embargo, aun con todo el desarrollo especiático, el humano vive engullido por un limbo de tristeza, guerra, pena, injusticia, dolor y sufrimiento (eso sin mencionar nuestra larga estupidez). Tal vez la razón no ha sido el mejor sendero.
Es por ello que, el pasado 12 de noviembre del presente año (2018), se convocó el XIX Congreso Internacional de Filosofía, donde se planteó —y se aceptó casi como verdad absoluta por la mayoría de los académicos de las mejores universidades— que los locos son los verdaderos humanos y que los otros [ερως και μανια] son los auténticos insanos.

Kobda Rocha

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Oportunidad

Si miraras al cielo y pidieras una sola oportunidad, ¿sabrías interpretar el mensaje cuando llegue?. ¿Estarías a la altura de ofrecerte a ti mismo un segundo párrafo y separar lo que fuiste de lo que debas ser?. Realmente ¿te darías cuenta donde esta esa nueva chance?. Y en caso de ver entre tus manos ese poder para cambiar todo de una vez, ¿te animarías a hacerlo?.

Es muy fácil hablar por hablar. El destino si lo hay es extraño, impulsivo, traidor, desafiante, posesivo. Podríamos dedicarle todos nuestros años de existencia, temerosos de lo que vendrá, o podríamos más bien hacer lo que nos plazca. Sin embargo, esta segunda opción trae aparejado distintos problemas que nos llevan a recomenzar el diálogo de las oportunidades.

¿Dónde está Dios cuando más lo necesito?. ¿Por qué siempre me pasa a mi?. Y con los dramas nos surge el egoísmo a más no poder. Todos tienen que prestarnos atención. Porque al primero que se le ocurra esquivarnos le desearemos años de mala suerte. Pero no todo gira en torno a nosotros. No somos el Sol. No pretendamos serlo, porque nadie tiene tanta luz.

Antes de decidir se dice: “No, primero tengo que esperar a que me vaya bien en lo laboral, en lo económico, en mis relaciones personales, etc.”. Antes de emprender algo, primero esta acomodar allá, refaccionar acá. Y esa oportunidad se va sin ser siquiera observada. Es el mísero temor a la vida. El temor a cambiar. El temor a equivocarse y que la vereda de enfrente se te cague de risa.

Les damos valor justamente a las críticas de los que no tienen valor para hacer su vida sin meterse en la de los demás. Ponemos el énfasis en la sílaba equivocada. Batimos con dos botellas vacías que mañana las nubes se abrirán ante una espada que al otro día jamás nos animamos a empuñar. Y así, una tras otra, las chances modelan en minifalda ante nuestros ojos. Pero nos escondemos al verlas pasar.

Carlos David Rodriguez

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2×1

Cuando hablamos de música y literatura se hacen presentes varios casos de intertextualidad. Es cierto que en las obras literarias la música es un recurso concurrente, y de hecho bastante evidente. Sin embargo, en las obras musicales también se encuentra, de una u otra forma, la literatura como recurso.

En primera instancia, podemos mencionar la música con líricas, las cuales son un primer acercamiento a la poesía (no todas, claro está). El ritmo, la rima y el metro son herramientas de control mental poderosísimas cuando son aplicadas por encima de la melodía —si no me creen, escuchen los corridos norteños, el pop barato, las monótonas monofónicas o los narcosatánicos (¡y ya verán!). La música con voz y letra también se apoya de la retórica, de la poética y hasta de la gramática para alcanzar su objetivo (que no siempre es artístico meramente).

Pero, dejando de lado lo artificioso, existen casos de relación directa, de influencia visible, de inspiración expresa. Cómo olvidar, por ejemplo, “Molinos de viento” de Mago de Oz, referencia clara a El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra —este grupo tiene otras canciones con ligadura a otros libros, pero no haremos mayores menciones aquí, pues simplemente el mismo nombre de la banda nos dirige al libro de Lyman Frank Baum. Otro ejemplo es la canción “Macondo” de Óscar Chavez, la cual está referenciando el pueblo donde se desarrolla Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. Con esta misma naturaleza toponímica, el nombre de la banda Opeth es un referente conexo a The Sunbird de Wilbur Smith.

Hay otros casos en que toman un poema y lo musicalizan. La poesía, es cierto, por sí sola ya tiene cierta musicalidad. Sin embargo, la instrumentación de ese poema es un ejercicio de écfrasis bastante interesante cuando se reinterpreta y encumbra en un nuevo ámbito artístico. Ejemplos de esto es el trabajo magnífico que hizo Chalino Sánchez [aunque a la primera da risa] con el Nocturno a Rosario de Manuel Acuña, la adaptación vocal que realizó Nacha Guevara a Te quiero de Mario Benedetti (entre otros tantos poemas del mismo autor), las manipulaciones de los poemas XV y XX de Pablo Neruda hechas por Víctor Jara y Anabantha respectivamente, la extrañísima experimentación emprendida por Lana del Rey con Burnt Norton de Thomas Steams Eliot, el explícito y truqueado apoderamiento de Caminante, no hay camino de Antonio Machado por Joan Manuel Serrat, el sublime homenaje que hizo Óscar Chávez a José Martí a través de La niña de Guatemala, la suprema realización que encumbró Tierra Santa en La canción del pirata de José de Espronceda —por cierto, esta agrupación ha llevado al sonido varias referencias literarias, aunque ninguna tan excelsa como la mencionada—, la oscura presentación de Les litanies de Satan de Charles Baudelaire hecha por Rotting Christ (aunque Transmetal les ganaron a hacerlo, con una versión traducida al español titulada Las letanías de Satán en su disco Tristeza de Lucifer), y las versiones alteradas con atrevimiento que propuso Guty Cárdenas para Blanca Rosa y Yo pienso en ti de Antonio Plaza.

Hay también casos que parecen más plagios que musiclizaciones. Por ejemplo, la canción Guantanamera que lleva retazos de versos de Martí. También, y esto parece más una burla, podemos mencionar Una divina commedia de Zecchino d’oro —no es necesario mencionar la referencia, ¿o sí?, pues es bastante evidente hasta para el más iletrado de los escuchas. Incluso la canción Lobo-hombre en París del grupo La Unión tiene estragos inconexos de El lobo-hombre de Boris Vian.

Finalmente, hay casos en que se toma no sólo un pasaje, un aspecto, un lugar, un poema o un fragmento de una obra literaria, sino que se toma toda la obra literaria por completo. La primer mención de esto es la clásica de Metallica For whom the bell tolls con origen en el libro de Ernest Hemingway. Otra mención infaltable es el disco The Antidote de Moonspell compuesto directamente sobre el libro de José Luis Peixoto.

(Hagamos un paréntesis para comentar unos casos, cosas raras como As I lay dying de William Faulkner, Paradise Lost de John Milton, Bullet for my valentine y Bring me the horizon de Ben Welch, Of mice and men de John Steinbeck, Shadows fall de Simon R. Green y Macbeth de William Shakespeare, que por alguna razón extraña se convirtieron en los nombres oficiales de algunas bandas [¿Pagarán derechos de autor? ¿Cuántos millones?]. Uno no puede dejar de preguntarse dónde están las bandas latinas que se llamen La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada o también Historia de cronopios y de famas o incluso, por qué no, El camaleón que finalmente no sabía de qué color ponerse.)

En conclusión, la música y la literatura encuentran siempre la forma de ir por la historia tomadas de la mano. El sentido ecléctico de las artes y su poco ortodoxo modo de conducirse por los corazones de los artistas hace que de vez en cuando surjan genios que saben tomar lo mejor de ambas, música y literatura, para ofrecer al mundo obras maestras que queden en la memoria auditiva, sensorial, emotiva, emocional e intelectual de quien presencie tales maravillas. Tal es el caso de Lorenzo Partida al traer a la vida El infierno de Dante y México Bárbaro, por ejemplo. Sin mencionar que él mismo es un escritor, un poeta, un músico, un compositor y, en fin, un artista, un genio, un ser humano de elevados talentos. Pero eso será tema de otra digresión, porque tan eminente maestro merece su propio texto.

Kobda Rocha

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Villanciclos

El día de los hechos no me despertó el canto del gallo como siempre, sino un replicar estruendoso de campanas festivas. Parecía como si

Cuasimodo hubiese atribulado campanas sobre campanas y sobre campanas una ráfaga de sonidos esquizofrénicos, aunque alegres y motivadores, como si las tocasen los ángeles. Me levanté, abrí las cortinas para ver qué sucedía en la calle y, al asomarme por la ventana, vi a un niño en una cuna. Yo me eché a reír de verlo así, pues era un niño, no un bebé. Le pregunté qué día era y me contestó en un idioma muy extraño; no sé qué dijo pero sonaba como si estuviese poseído por el diablo.

Para todo el mundo parecía ser un día importante, y también lo era para mí: justo ese día tenía una cita con la mujer más maravillosa del pueblo —y no digo del mundo porque no conozco a todas las mujeres del mundo, así que decirlo sería una mentira, y yo prefiero hablarle con la verdad. Me vestí con lo mejor que tengo y cargué mi burro sabanero con unos regalos que había comprado para ella. Me monté en él y emprendí camino. El muy holgazán iba demasiado lento, quejándose quizá por tanta carga, pero como yo lo quiero mucho siempre lo animo con optimismo: ¡Arre, borriquito! ¡Arre, burro, arre! Anda más a prisa que llegamos tarde.

Eran las dos de la tarde y yo apenas me encontraba a medio camino. ¡Pinche burro sabanero, tú tienes la culpa!, le grité al tiempo que le lancé tres patadas en las costillas. Un anciano que miraba de lejos la escena se acercó y dijo algo en el mismo idioma demoniaco del niño en la cuna.

—Gloria in excelsis deo, gloria in excelsis deo… —repetía, señalando a mi burro.

—Pus es que no quiere avanzar el animal —le dije para ver si así me ayudaba o se iba.

—Venite adoremvs dominvm? —preguntó… o dijo… no sé, la verdad yo no le entendía nada.

Resulta que, después de medio comunicarnos por cinco o diez minutos, intercambiamos bestias. Yo le di mi burro y él me dio un reno deforme con las patas chuecas, la cola mocha y la nariz roja como la grana. No me puedo quejar, mi burro ya era viejo y perezoso. Sí, lo quería mucho, pero uno no puede vivir llorando y lamentándose por siempre. Además, este cuadrúpedo sí era veloz ropo pom pom, corría como el viento ropo pom pom, ahora sí iba a llegar a tiempo ropo pom pom.

Pues no. Resulta que el destino tenía más sorpresas para mí ese día. A mitad del puente que cruza el río, un señor en ropas muy elegantes gritaba como loco: ¡Adeste! ¡Fideles! ¡Læti trivmphantes!. No puede ser, otra vez el idioma del mal. Sentí como si toda la gente se estuviera convirtiendo en zombie; primero el niño, luego el anciano, y ahora este señor elegante. Lo peor de todo es que tapaba el paso y el siguiente puente estaba a tres kilómetros, no podía perder tanto tiempo. Me bajé del reno para tratar de razonar con el hombre, pero el reno se escapó. ¡Maldita sea! Seguramente por eso el anciano me lo dio tan fácil. Y ahora tendría que seguir a pie.

Me dispuse a cruzar, pero el señor elegante me tomó por el brazo fuertemente mientras exclamaba extasiado esas palabras diabólicas que yo no entendía. Yo me trataba de zafar, pero él me sacudía cada vez con más fuerza. Con el forcejeo, terminó por lanzarme al río.
Los peces en el río bebían y bebían y volvían a beber. Yo refunfuñaba y maldecía al tipo elegante. Por un momento pensé que sería mejor darme por vencido, pero luego recordé a mi amada peinando sus cabellos de oro entre cortina y cortina con su peine de plata y me decidí a continuar. Lo valía. Ella valía las penas y los obstáculos. Romeo hubiese despreciado a Julieta en un santiamén de haber conocido a mi chica; Einstein jamás hubiese inventado la bomba atómica si hubiera invertido todo su talento en llegar a tiempo a una cita con ella; es más, ni Gandhi hubiera hecho huelga de hambre ni Sauron hubiese querido destruir la Tierra Media… No iba a detenerme ahora. No ahora que ya lo había perdido todo excepto la ilusión de estar con ella.

Mojado, sin reno, sin regalos, y sin tiempo, eché a correr. Eran las seis y yo no había comido nada. Llevaba los zapatos rotos de tanto correr presuroso. Eran las siete cuando reconocí su casa a lo lejos. Llegué a las siete y cuarto. Ella estaba lavando, los pajarillos cantaban y el romero florecía. No podía creerlo, lo había logrado. Cinco horas tarde, pero había arribado al fin.

Me disculpé por la tardanza y le platiqué mi odisea; le conté lo del anciano que me cambió el burro por un reno, lo de la mojada que me di, lo del reno que se me escapó con todos sus regalos, lo de mis piés adoloridos y lo de la gente con su idioma extraño. Me abrazó, me besó, y… bueno, pues tuvimos una noche de paz, una noche de amor. Pusimos reguetón a todo volumen y a darle con la pan pan pan, con la de de de, con la pan, con la de, con la pandereta y las castañuelas.
Por eso no creo nada de lo que me dices, porque ésa sólo fue una de tantas. Por lo que sé ni ella es virgen ni yo santo ni tú el padre de esa criatura. ¿Entendiste? Así que a mí no me vengas con tus palabras retorcidas de:

Ave Maria gratia plena, benedicta tv in mvlieribvs et benedictvs frvctvs ventris tvi

Ave Maria, mater dei, ora pro nobis pecatoribvs nvnc et in hora mortis nostrae

Y si me vas a decir algo, hazlo en buen español cristiano y no en ese idioma del infierno, por favor.

Kobda Rocha

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Transmetal – El Amor Supremo (2003)


1. El Amor Supremo
2. Un Océano de Tentaciones
3. Vendí mi Alma…
4. Encarnación del fuego
5. Vehemente
6. Servidor Infinito
7. Invocación y Conjuración
8. El Placer más Alto
9. Adoración y Entrega
10. Un Pacto Escrito con Sangre

Un hombre, hundido en la tristeza, escupiendo pesar y desgracia, poseedor de una larga desesperanza y un gran corazón doliente, cada noche mira el cielo a mitad del conticinio. Allá, en las alturas, ante el eterno brillar de las estrellas, imagina que su alma encontrará la quietud anhelada que ninguna otra cosa terrestre le puede ofrecer. Tras largos años de nostalgia, termina por mirar en sus propias tinieblas y, justo allí, en la penumbra de su pecho, encuentra el Amor Supremo. Una estrella ha bajado hasta él.

Ella es la raíz del fuego que ha de incendiar su espíritu, es el metrónomo-palpitar de su corazón, es un océano de tentaciones. Ella, para él, es una estrella prohibida, inalcanzable. Tendrá que conformarse con mirarla anhelante, como espiándola, porque ella tiene ya un destino con Adán. Eva, su estrella, es mujer para su hijo (su barro y su lodo). Él, Dios, los ha creado con ese propósito; enamorarse de ella fue un error bastante humano, a decir de un dios.

Celoso, tras notar la carne de Adán sobre la piel de Eva, Dios vende su alma a Lucifer. Quien alguna vez fue su enemigo, desterrado por su propia justicia, ahora es su única salvación. Lucifer es el único ser capaz de permitirle poseer a Eva. En tanto pueda ser el único que logre acariciar con su lengua la pasión triangular de Eva, él sucumbe ante las cláusulas más oscuras de Lucifer.

Dios, emergido desde el infierno, naturalmente convertido en fuego por las llamas seculares de su entrañable ángel de la luz, encarna en mágica expresión corporeizada. Eva no resiste la tentación de poseer aquel fruto prohibido, no resiste la tentación de poseer a Dios mismo. Lo acaricia, lo aprisiona y lame sus exuberantes formas, dialoga con sus manos, grita de dolor y euforia al recorrer tan hermosa geografía. A lo lejos, sobre la espalda de Dios, ella ve asomar la mirada irónica de Adán.

En vehemente imploración, Adán busca hambriento una migaja de gracia, de gloria, de paz. Adán ha quedado huérfano y soltero al mismo tiempo; su padre no lo escucha y su mujer no lo ama. Mira su reflejo y se descubre decrépito. Ha sido derrotado.

Infeliz, Adán recurre a la autohumillación. El dolor y la pasión lo afligen, el viento azota los escombros de su existencia, moribundo solloza sin cesar. De rodillas, miserable, se ofrece voluntariamente como un sirviente infinito, más allá del fin del tiempo. Grita ambos nombres, no importa quién lo escuche, Dios o Eva, él sólo busca una pizca de compasión y piedad.

Dios, aún extasiado, impotente ante la fiera furia de Eva, cae dormido. Lucifer, despierto, voyerista, al mirar la devoción de Dios hacia Eva, no logra evitar caer en la tentación. Bajo el hechizo de sus ojos, fuerte y subyugante, abrazado al fuego inmemorial, invoca el nombre del Amor Supremo.

Es con Lucifer donde Eva experimenta el placer más alto. Su sangre, sus caderas, su pasión, arden más intensas que las flamas del recinto infernal. Lucifer jamás ha presenciado tal cantidad de pecado y maldad, no sabe cómo proceder, descubre hasta sus últimos trucos, se entrega por completo. Eva, siempre seductora y sensual, discurre decepcionada sobre Lucifer, quien ahora sólo significa un encuentro casual.

Embobados, enamorados, Dios y Lucifer adoran a Eva por sobre todas las cosas, incluso por sobre sí mismos. Entregan sendos reinos por un centímetro de mujer, se abandonan a la locura carnal, pierden ahí el alma. Ya no más deidades, Eva los desprecia cual gusanos.
Inteligente, humano, Adán ya no busca a Dios. Reconoce el fracaso de su padre. Tampoco busca a Lucifer, pues nada tiene que ofrecer para un hombre tan altivo y poderoso como lo es Adán. Aunque anciano, él confía en su original costilla, sabe que tras el reencuentro con la figura jovial de Eva, su propia armonía resurgirá. Entrega su alma, libre y total, a las fervorosas manos de su mujer; él ha encontrado en Eva una deidad digna de eterna dilección. Eva es el verdadero Amor Supremo.

Kobda Rocha

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