Judas Priest – Sad Wings of Destiny (1976)

Puntaje del Disco: 7,5

  1. Victim of Changes: 8,5
  2. The Ripper: 7
  3. Dreamer Deceiver: 8,5
  4. Deceiver: 7,5
  5. Prelude: 7
  6. Tyrant: 8
  7. Genocide: 7,5
  8. Epitaph: 7
  9. Island of Domination: 8

Oriunda de Birmingham y surgida a fines de los años sesenta, Judas Priest fue una de las pioneras en el movimiento de Heavy Metal. Desde los comienzos estuvo formada por Al Atkins como vocalista (luego sustituido por Rob Halford), Glenn Tipton y K. K. Downing en guitarras, Ian Hill en bajo y Scott Travis como baterista fijo desde 1989 luego de que numerosos músicos ocuparon aquella posición. El nombre del grupo se debió a la canción de Bob Dylan “The Ballad of Frankie Lee and Judas Priest” del álbum “John Wesley Harding”. No resulta extraño pensar en la influencia de Dylan en aquellos años, pero sí parece curioso que el grupo haya tomado el nombre de un estilo musical tan distinto del que practicaban, sobre todo viendo las influencias de bandas como The Who, Cream o The Yearbirds. Al principio transitaron un camino blusero para pasar al Hard Rock y terminar definiendo el Heavy Metal, al punto de ser llamados “Metal Gods” en referencia también a uno de sus temas.

Junto a “Rising” de Rainbow y “Virgin Killer” de Scorpions, 1976 consolidó una importante evolución en el género metalero con el lanzamiento de “Sad Wings of Destiny”, el segundo disco de Priest. A pesar de las favorables críticas que recibió el álbum, la banda tuvo problemas en su financiamiento y con la discográfica.

Originalmente bajo el nombre de “Whiskey Woman”, “Victims of Change” abre el disco con las dos guitarras apareciendo en el vacío para darle paso a los cantos de Halford, quien llega con buenos tonos hacia el final. “The Ripper” también arranca con los alaridos del cantante en una interpretación más sombría. “Dreamer Deceiver” es de lo mejor del disco y en un tono blusero muestra un lado más deprimente que termina de hundir con el solo de guitarra. Seguido, “Deceiver” en cambio, acelera el ritmo y retoma los cimientos del heavy. La primer parte del disco cierra con un solo de piano y guitarra en “Prelude” que no sirve más que de pie al resto del álbum.

“Tyrant”, como su nombre lo indica habla sobre el tirano y su poder sobre el débil, con una rítmica similar a lo que luego interpretaría Iron Maiden. “Epitaph” retoma el lado de la balada con un piano de fondo y coros al estilo Queen, aunque lógicamente no tan agudos.  Para cerrar, como no podía ser de otra manera para una banda catalogada como los “dioses del metal”, “Island of Domination” es el heavy metal en su estado más natural.

Piro

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