El mundo es un maldito

Yo crecí en un mundo extraño. Desde que nací ya se escuchaba el grito feminista en cada noticiero televisivo. En mi casa, se hablaba de igualdad de género en la sobremesa; siempre salían a colación la tía Fer que nunca se casó y Rita, la vecina, que a sus veintidós años se casó con un anciano ricachón. Derechos de la mujer, liberación femenina, posmodernidad, eran temas a los que las caricaturas dedicaban episodios tan naturalmente por su familiaridad e integración con los niños, niñas y niñes (¡Ah!, porque también me tocó nacer en tiempos de inclusión lingüística). HLGBTTTIPQZ, Twitter, globalización, ése es el mundo en que crecí. Sin embargo, a pesar del respeto y la tolerancia profesados por la opinión popular, mis padres concluían siempre en la fatal advertencia: cuídate, no andes sola, no salgas tan noche, evita situaciones riesgosas, recuerda que siempre habrá gente mala en el mundo.

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