Te levantaste asustado. No fue la parálisis del sueño ni el maldito despertador de los lunes. Es que a las 17hs. habías quedado con tu amiga de juntarte en la estación. Una mini previa en la plaza para no ir caretón y algún cigarro sin filtro de tu amigo el sensei (todos tenemos uno).
Te levantaste asustado con el miedo de haber pasado de largo, porque ni sabes a qué hora regresaste ayer. Solo recordás que el sol del día ya pegaba. Sin embargo, no hay nada porque preocuparse. Recién son las 15.00hs clavadas. La hora en que para los beatos falleció su creador.
Vas al biorci a despabilar, pero está tu viejo sentado y es sabido que el trono es el trono. Tu vieja te mira desde la cocina a punto de gruñirte un “qué carajo hiciste anoche pendejo de mierda”, que se le atragantó en el garguero. Y vos solo deseas un poco de agua.
Te sentás a la mesa a disfrutar de un frío plato de arroz con azafrán, sin pollo, para recuperar energías. Encendés el televisor y esquivas las noticias, siempre las mismas. Te colgas con El Correcaminos y recibís un mensaje de ella que te espera. Pero hoy no podés. Tu destino ya tiene acompañante y punto fijo.
La disyuntiva esta ahora puesta en la remera que vas a llevar. ¿La negra o la roja? ¿La blanca?. Jugás al Ta-te-ti con los ojos cerrados, te vestís y salís. Llegando a la plaza la ves venir tirándote una puteada, para simular su dulzura. Tu mejor amiga y tu último recital. Solo que nadie lo sabe.
Se sientan en la el pasto a debatir la posible lista. Sacás la armónica que recién empezaste a tocar y cagás uno o dos temas. Entre latita y latita la risa eterna y la carcajada de ella te hacen ver que hoy será una gran noche. Sentados en el bicho de ruedas metálicas se recuestan en los asientos a anticipar el show por auriculares.
El tren termina su recorrido y corriendo llegan al bondi. Te acordás que no trajiste Sube y una gorda con cara de roquera te saca boleto. Acomodados ya se dejan ver al fondo unos zombis de remeras negras que arengan el colectivo como si fuera un micro. No podes evitarlo y te prendés en el cantito.
Un chori antes de ingresar, a pesar que sea temprano, pero después se hará muy tarde. “Entrada en mano, dos filas, hombres de un lado, mujeres del otro”. Escondés el encendedor en la zapatilla y por fin llegan a ver el escenario. Se miran. Y encaran a los baños. Delante de todo, pegados a las vallas, hasta que por fin se apagan las luces.
Un show más… y lo demás, sentimiento, alegría, risa, lágrima, amistad. ¿Qué más se puede pedir antes de partir?.
Carlos David Rodriguez