Las palabras son insuficientes,
las palabras no alcanzan,
las palabras no sirven.
¿Qué son las palabras?
¿Serán sonidos, grafías,
ideas, realidades,
kalktpkens acaso?
¿Qué me importan las palabras?
¿Qué te importan mis palabras?
Te amo.
No hay más verdad en mí;
mas la hay en tu cabello,
en tus ojos, en tus senos,
en tus manos, en tu vientre,
en ti, en toda tú.
Te amo… quizá sin saberlo.
En exceso, te amo.
¿Qué más puedo decir?
¿Qué más quieres que diga?
¿Hay algo más acaso?
Si lo dijera, ¿me creerías?
Cuando lo digo, ¿me lo crees?
Te amo.
Dime, ¿lo creíste?
¿Por qué sí? ¿Por qué no?
¿Con qué fin, con qué prueba?
¿Quién eres? ¿Quién soy?
Aunque me creas, ¿yo me creo?
Y si no me crees, ¿yo me creo?
Me amo.
¿Me creíste? ¿Me creí?
Puedo decir tantas cosas,
pero no hay forma de obtener credibilidad.
Puedo decir que te amo
―mira, “te amo”―,
pero ¿cómo demostrarlo?
¿Cuál es el sustento?
¿Cómo amarte en realidad?
Te amo, es cierto;
pero, cuando lo digo, siento que no te amo de verdad.
Si no lo dijera, ¿te amaría?
Si lo digo, ¿dejaría de amarte?
Y ¿para qué?
¿Con qué fin, con qué prueba?
Dejaré de decir que te amo;
pues, porque lo digo,
te amo,
y, por eso, lo sé.
Si no lo digo, no lo sabré,
pero tú
me lo dirás
cuando lo sepas.
Kobda Rocha