Al escribir, todos los ojos están atentos a tus palabras, mirando la página o la pantalla, expectantes de lo que vayas a decir, deseando que sea algo fenomenal, que provoque montones de epifanías con cada frase, que no tenga error alguno, ni una coma, ni una tilde mal puesta o ausente, cada correspondencia gramatical en su lugar, con el correcto uso de los tiempos verbales, la ortografía impecable y los signos de puntuación ubicados en su exacto y preciso lugar. Y los ojos bien atentos mientras el escritor en oficio derrocha lo mejor de sí para unos lectores criticones que sólo buscan llano entretenimiento y condimento literario para sus consuetudes. ¿El escritor? ¿No es obvio? Los envidia sobremanera.
Desengrasante QuitaTodo arrasa hasta con el sarro más grueso, quita cochambre, quita todo tipo de manchas. Desengrasante QuitaTodo, el más potente, el más poderoso, el único que logra acabar con esas indeseables costras de mugre. Y ahora en su nueva presentación: QuitaTodo Plus, el que lo quita todo.
¡Atención! ¡Parte de guerra! Ha muerto en acción alguien de quien se ha dicho era un salvaje y un asesino pero todos nosotros sabemos que era un valiente y el más fiel de todos mis hombres. Muchachitos, a cuadrarse. Ha muerto el general Fierro… Sí, Pancho Villa está llorando, y no se avergüenza de llorar.
¿Cuántas veces nos sentamos en el sofá, con una lata de gaseosa en la mano, frente al televisor, mirando cualquier frivolidad que transmitan en los canales comerciales gratuitos y, de algún modo, perdemos muchas horas, incluso días de nuestras vidas sin sentido ni utilidad alguna? ¿En verdad es posible lograr una conexión intelectual o espiritual profunda con la programación desechable de las dominantes televisoras nacionales? Ese contenido basura, vacío, hueco, sin fundamento ni relevancia, necesita de un espectador basura, vacío, hueco, sin fundamento ni relevancia; sólo así pueden subsistir ambos.
Un hombre mató a su esposa a sangre fría. Los amigos y familiares de la pareja no lo esperaban, comentaron que eran la pareja más amorosa que podría existir, no tenían problemas de ningún tipo. Los vecinos dijeron que nunca los habían visto pelear, ni una pequeña discusión siquiera. Nadie lo esperaba. Al parecer, el delito fue perpetrado en abrupto arrebato de locura, sin antecedentes que lo pudieran prevenir. El esposo simplemente se volvió loco, así, de la nada, y mató a su esposa a sangre fría. La ahorcó usando una bufanda de navidad y luego la cortó en pedacitos, probablemente para comérsela.
Ti quero más que a mis ojos; más que a mis ojos ti quero. Pero quero más a mis ojos, pero quero más a mis ojos porque mis ojos ti vieron. Y si tú los queres, te los entrego, niña, pos ya sabes que eres tú para quen quero mis ojos.
La soledad es algo terrible; la soledad puede orillar a un hombre hasta la desesperación, hasta la locura. Por eso a veces prendemos la tele aunque no la estemos viendo, aunque no le pongamos atención. Si estamos barriendo la casa o preparando algo de comer en la cocina, los niños en la escuela y el marido en el trabajo, encendemos el televisor para no sentir el peso de la soledad. La televisión es una compañera vivaz, alegre, escandalosa, aunque por dentro esté hueca y sin fundamento. Pero ¿no somos todos así?
¡Hay que cambiar! ¡Ahora! ¡Ya! Esas compañías telefónicas que prometen servicios que no cumplen, con mil paquetes que todos son iguales, que roban, que cometen fraude. ¿Quién no está cansado ya de lidiar con operadoras insensibles que no resuelven nada? ¡Hay que cambiar! ¡Ahora! ¡Ya! Telefonito, el servicio telefónico más bonito.
Estamos pasando un momento crucial en que la humanidad se enfrenta a la misma humanidad. Estamos viviendo un momento histórico en que el hombre científica e intelectualmente es un gigante pero moralmente es un pigmeo. La opinión mundial está tan profundamente dividida en dos bandos aparentemente irreconciliables que dado el singular caso, que queda en sólo un voto, el voto de un país débil y pequeño, pueda hacer que la balanza se cargue de un lado o se cargue de otro lado. Estamos, como quien dice, ante una gran báscula: con un platillo ocupado por los verdes y con otro platillo ocupado por los colorados
Si lo pensamos por un momento, los humanos somos como la televisión: multifacéticos. Nadie está siempre en el mismo canal. Cambiamos todo el tiempo. A veces estamos tristes, enojados, contentos, aburridos; a veces somos padres, hijos, hermanos, amigos, compañeros, pasajeros, trabajadores, clientes, pacientes; a veces nuestro día parece una telenovela, a veces una película de acción, de terror, de risa, romántica, ciencia ficción; a veces estamos en modo noticiero, a veces en modo anuncio comercial, a veces en modo estática.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
Kobda Rocha