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Esperanza viva

Suele decirse que la esperanza es lo último que muere. Yo discrepo. Siempre he creído que lo último que muere es la confianza, pues es esta característica lo que nos hace seguir esperando algo; la esperanza, por consiguiente, sólo es el efecto de la confianza. Lo que mantiene la esperanza viva es la confianza en el elemento atribuido. Por ejemplo: esperar un gesto amable de alguna persona es un error; en cambio, confiar en que esa persona pueda ser amable es una cualidad por demás acertada.

A lo largo del último lustro, he tenido repetidamente (y gradualmente) la sensación de que todo está perdido en cuanto música se refiere. Como un anciano tradicional y anticuado tiendo a pensar que lo de mis tiempos era mejor que lo de estos tiempos extraños y carentes de ideología. Igual que mi abuelo pensaba que mi música no tenía alma ni corazón, ahora yo pienso que a la música moderna le falta profundidad y escencia. En fin, como un intento por dejar de ser un viejillo gruñón y refunfuñón, quise rescatar (destacar) algunas bandas por las cuales vale la pena seguir confiando en la música de estos tiempos actuales.

  1. In This Moment – Desde Blood, luego con Black Widow, pasando por Ritual y ahora con su nuevo álbum Mother, esta gran banda liderada por la potente y emotiva voz de Maria Brink nos muestra que la música aún tiene mucho que ofrecer sin que los instrumentos suenen a mil por hora presumiendo su habilidad individual sin que el conjunto tenga importancia. Esta banda, con lo justo, provoca más agresividad y más emoción y más poder que resulta innecesario el uso de técnicas insufribles en sus composiciones. Simple y perfecto.
  2. At The Gates – Primero At War With Reality, después To Drink From The Night Itself y ahora su nueva producción The Nightmare Of Being. Esta banda clásica, padres del Death melódico, ha resucitado para dar cátedra a las nuevas generaciones de cómo debe sonar la música, bien hecha y con originalidad.
  3. LindemannSkills In Pills, F&M y el broche dorado para el cierre Live In Moscow. Representan todo lo que significa el metal, desde lo más básico hasta lo más brutal, sin tanta parafernalia inútil. Simplemente son, fueron, han sido, siguen y seguirán siendo un par de talentos magníficos fuera de este mundo. Sinceros en sus principios y con toda la maldad explícita, sin tapujos, sin globalizaciones posmodernistas, simplemente la maldad como debe ser: asumida y puesta en escena.
  4. Gojira – Si la música tiene que ser habilidosa, con mucha técnica y velocidad, con músicos súper rápidos y poseedores de una destreza instrumental excepcional, entonces ésta es la banda que lleva la corona del metal moderno. Punto final.

Kobda Rocha

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Todos vivimos en un submarino amarillo

  • Ayuda, necesito a alguien. Por favor, ayúdeme. No quiero perderla, y yo la amo.
  • De acuerdo, de acuerdo. Quiero saberlo todo.
  • ¿Por dónde empiezo?
  • Por el principio. Solo apague su mente, relájese y flote en su arroyo.
  • ¿Y eso significa…?
  • Empiece por el principio.

Mi nombre es Juan Pablo, y no me gustan los Beatles. No significan nada para mí. Ni los odio ni los amo, pero estoy más cerca del primer sentimiento que del segundo. Después de todo, son solo un grupo que la pegó por ser comercial. Escuché toda su discografía para poder confirmar mi postura. Pasé por todas sus etapas: De “Twist and Shout” a “Come Together”. Los Beatles, definitivamente, no son para mí, y nunca me privé de mostrar cierto orgullo en esto. Aunque a la vez estoy harto de oírlos en todas partes, aun cuando no suenan sus canciones. Desde gente que manifiesta que todo lo que necesitás es amor, que en juntadas que duran hasta el amanecer mis amigos comenten que aquí viene el sol, que mis propios días sean tan solo un día en la vida. Es desesperante. Esta indiferencia se fue convirtiendo en intolerancia pura, y esto me trajo hasta aquí, con usted. Le voy a contar mi historia.

Una noche cualquiera estaba en un bar con mi novia Eleonora. Habíamos pedido una porción de comida bastante generosa. Un churrasco y pan para mí, y ella había pedido lasaña vegetariana. Ambos charlábamos de nuestras vidas:

  • ¿Qué hiciste estos últimos días? – Pregunté para ponerme al día.
  • Trabajé mucho. Sobre todo ayer. Ayer y hoy. – Respondió ella.
  • Un día muy ajetreado, ¿verdad? – Volví a preguntarle.
  • Sí. Ser recaudadora de impuestos no es tarea fácil.
  • Sabés que podés contar conmigo para cualquier cosa, ¿verdad?
  • Sí. Sabés muy bien que te llamaría si necesitara a alguien.

Mientras que ella se tomaba su tiempo para comer, yo devoraba a lo bestia bruta. Ella lo notó e intentó detenerme.

  • Tomate un poco de tiempo antes de tragar. Sos una morsa.

¿”Soy una morsa”? ¿Cómo la canción de los Beatles? Y no solo eso, sino que todas sus frases estuvieran cargadas de referencias a sus canciones me molestó demasiado. Recién ahí me di cuenta. Intenté razonarlo con ella:

  • Querida, está bien. Te perdono que me compares con una morsa, pero decime por qué tenés que meter referencias a canciones de los Beatles en cada frase – Sí, hasta yo me estaba pegando esa costumbre.
  • Por nada en particular – dijo – ¿Por qué? ¿Qué pasa?
  • Nada, nada.

Entonces, la música empezó a sonar. Justo cuando estaba pensando en los Beatles, sonaron los Rolling Stones. Ni más ni menos que la canción “I Wanna Be Your Man”, compuesta por Lennon y McCartney. Vaya suerte la mía. Ella me invitó a bailar:

  • No me gusta bailar – Rechacé.
  • Por favor, complaceme.
  • Está bien – Me rendí.

Nos despedimos de nuestros asientos y movimos el cuerpo. Giramos y gritamos. Todo el mundo nos observaba con admiración. En medio de la danza, compartimos más palabras aún:

  • Todos nos están mirando – Dije.
  • Sí. Acá, allá y en todas partes – Agregó.
  • ¿Otra vez con canciones de los Beatles? – La situación había pasado de anecdótica a molesta.
  • Oh, querido. ¿Todo tenés que relacionarlo con los Beatles hoy? – Ella empezaba a molestarse por mis acotaciones.
  • ¿Y cómo no hacerlo? Todo me está recordando a ellos esta noche.
  • No le des más importancia. Sigamos bailando. Abrazame fuerte.

En ese momento no lo soporté más.  Me cansé, la solté respetuosamente y nos fuimos del lugar tras pagar la cuenta. Todo con la mayor de las sutilezas que podía permitirme. Nos fuimos cada uno por nuestro lado, ya que era muy obvia mi molestia. La acompañé a tomar un taxi sin que ninguno de los dos dijera nada. Se subió al taxi y se fue. La vi parada ahí, esperando el taxi, más preocupada que molesta por mi actitud. Solo me dijo buenas noches. Después volví a mi casa y me fui a dormir.

Cuando me levanté temprano en la mañana, levanté mi cabeza. Todavía estaba bostezando. Vi mi celular y tenía un audio de ella. No lo había escuchado aún. Me sentía avergonzado por mi actitud de la noche anterior. Luego fue que decidí pedir un turno con usted. Necesitaba solucionar mis problemas a la brevedad. Caminé por las calles de la ciudad y veía a toda la gente solitaria. ¡Toda la gente solitaria! Ya me estaba hartando más y más. Originalmente estaba viniendo a contarle de la culpa por cómo traté a mi novia, pero después me di cuenta de que tenía que ver mi problema Beatle. Y aquí estoy.

  • Es una situación muy típica. Odiar algo con fervor hace que de algún modo lo atraigamos a nosotros. Usted tiene que aprender a convivir con los Beatles – dice el psicólogo.
  • ¿Usted cree?
  • Sí. Y también debe hablar con su novia. Pero sea cuidadoso. No estoy seguro si ella lo ama aún.
  • Creo que tiene razón – digo, intentando convencerme a mí mismo -. Gracias, doctor Roberto. Estoy mejorando. Me siento libre como un pájaro – intento ignorar estas referencias –. Adiós.
  • Adiós – me dijo -. Si aún tiene problemas con los Beatles, puede ir a la india – Bromea.

Abandono el complejo. Pongo mi mejor cara de felicidad. “Si cayera en la obsesión, puedo contar con el doctor. Pero lo dudo. En mi vida voy a necesitarlo” pienso. “Realmente tenés poder sobre mí, pero voy a vencerte” Le digo mentalmente a mi problema.

Pasaron los días, y todo más o menos iba encaminado. Alguna que otra referencia menor a algún tema desconocido. Nada grave. Me reconcilié con mi novia. Seguíamos juntos. Parecía que iba a volver todo a la normalidad. Sin embargo, mientras pateaba las calles junto con ella, oí a un tipo interpretando “What You’re Doing”. Nada grave, o al menos eso pensaba. Pasé de largo, hasta que escuché frases al azar de la gente:

  • Ey, mirá lo que estás haciendo – Decía uno.
  • Me siento triste y solitario – Comentaba otro al celular.
  • ¿Qué me estás haciendo? – Gritaba un tercero enojado.
  • Me tenés corriendo, y no es divertido – Veía un corredor decirle a su personal trainer.

Intenté hacer oídos sordos de estas frases, siempre guiándome por lo que me dijo usted. Hasta que en las siguientes cuadras…

  • Ella solo tenía diecisiete. Sabés a lo que me refiero.
  • La forma en la que ella se veía no tenía comparación.
  • ¿Así que cómo podría bailar con otra cuando la vi parada ahí?

Era peor que antes. Ya no solo oía los títulos de las canciones, sino también las letras. La gente hablaba como si estuviera dentro de un musical de los Beatles. Quizás para ellos fuera el paraíso, pero para mí era horrible. Hui lejos de ella:

  • Querido, ¿a dónde vas? – me dice.
  • Lejos de todo.

Corrí. Incluso consideré comprar un boleto para viajar a la India, como usted me dijo en broma, pero me pareció que sería demasiado y no quería sumar más analogías Beatle a mi catálogo de desgracias. Fue ahí que decidí contactarlo de vuelta a usted, doctor.

Habiendo escuchado mi historia, el psicólogo se pone en posición de pensar. Me sigue la corriente:

  • Por lo que me cuenta, su día se rompe, su mente le duele, y todo por los Beatles – dice analizando la situación.
  • Exactamente – le respondo.
  • Sí. Estoy viendo a través de usted. Puedo ver esa angustia, esa frustración.
  • Es tal y como me estoy sintiendo.
  • No se ve diferente, pero cambió. Su tranquilidad se está yendo, y siente que va a perder a esa chica.
  • El amor tiene la costumbre desagradable de desaparecer de la noche a la mañana, y yo estoy haciendo suficiente mérito para que ella me deje. Ayer mis problemas parecían tan lejanos, y ahora parece que están acá para quedarse.
  • Piénselo así, Juan. Todo tiene una razón de ser. Quizás deba volver a la fuente de sus problemas. Al inicio.
  • ¿A qué se refiere, doctor? ¿Debo escuchar otra vez a los Beatles?
  • La solución a su problema podría estar en su música.
  • Si usted lo dice.

Vuelvo caminando a mi casa. Pienso sobre lo que me dijo: “La solución a su problema podría estar en su música”. Me pongo los auriculares, abro Spotify en mi celular y busco “B-E-A-T-L-E-S”. Escucho los temas en el orden en que entraron a mi vida en estos últimos días. Me gustan, pero a la vez no me dicen demasiado. Las vuelvo a escuchar una vez, y otra, y otra. Para la cuarta escucha la cosa me sorprende. ¿Qué es esto? ¿Sus canciones me fascinan? Sí, me FASCINAN. Con mayúsculas. Arreglos impecables, melodías totalmente creativas… Vuelvo a escuchar las canciones para confirmar que no me volví loco. Definitivamente es cierto. Esas canciones son geniales. Decido arriesgarme un poco más y pasar a otras canciones del grupo. El sentimiento es el mismo. Esa banda de música para gente vieja de repente me parece lo más exultante que haya pasado por mis oídos. ¿Cómo puede ser? ¿Cómo pudo este grupo pudo tenerme engañando tanto tiempo, haciéndome pensar que eran una manga de mediocres? Ya en mi casa, me voy a dormir.

Mientras caminaba para venir aquí, me pasó algo sorprendente: ¡No escuché ni una referencia al grupo! Era increíble. Parece que por fin estoy curado. ¿Usted que piensa?

  • Eso es quizás lo que usted necesitaba. Amar a los Beatles. Después de todo, si tras tantas décadas siguen siendo tan queridos, es por algo.
  • Es cierto. ¿Cómo no lo vi antes? Tanto tiempo de mi vida sin apreciar su gran música. Gracias, doctor. Le debo una. Ahora iré a recuperar a mi novia.

Decido irme del consultorio. Tomo el primer taxi que encuentro a la casa de Eleonora. Llego y toco la puerta, y ella me abre:

  • Hola – Le digo.
  • Chau – Me dice e intenta cerrar la puerta, molesta. Yo se lo impido.
  • Esperá. Sé que estuve mal en estos días, con este asunto de los Beatles, y te pido mil perdones.
  • ¿Y cómo sé que no vas a huir despavorido ante la próxima referencia a los Beatles que encuentres?
  • ¿Querés bailar? Tengo la música ideal.
  • Lo voy a aceptar como compensación por el baile que arruinaste el otro día.

Entro a su casa, pongo la música y bailamos al ritmo de los Beatles, como no podía ser de otra manera. Ella parece feliz de nuevo por haberme recuperado tal y como era antes y yo definitivamente estoy feliz por haber superado mi obsesión. Resultó ser cierto que, al final, el amor que recibís es igual al amor que das. Los Beatles lo transmitieron mejor que nadie. Ahora lo comprendo. Gracias, John, George, Paul y Ringo.

Motorik

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Entrevista a Trilitrate

Trlitrate, banda de Galicia esencialmente instrumental que hace una combinación muy interesante de géneros, recientemente estrenó su disco «Está de Grelo».  Los invitamos a conocerlos en esta entrevista,

¿Cómo se presentarían para quienes todavía no los conocen?

Somos Trilitrate, un grupo acústico de Galicia que combina música clásica, folk, impro libre, black metal, etc; principalmente instrumental, combinado con videoproyecciones realizadas a tiempo real.

¿Por qué se llaman «TRILITRATE»?

Porque somos muy malos poniendo nombres.

¿Qué es lo que más destacan de «Está de Grelo»?

Creemos que es nuestro mejor trabajo hasta la fecha y estamos muy contentos con el sonido capturado por Javier Ortiz en el Estudio Brazil y con el maravilloso diseño realizado por Montse Piñeiro, nuestra generadora de arte visual.

Si bien en en su disco predominan los temas instrumentales, aquellos en los cuales se suma una interpretación vocal suenan muy bien. ¿Se ven haciendo un disco en la que haya un vocalista fijo en la mayoría de las canciones?

La verdad es que no, pero sí tenemos intención de hacer más canciones y seguir colaborando con más artistas, como lo hicimos en este disco con Toño Magariños y Pablo Riveiro.

Al escucharlos se nota una interesante combinación de instrumentos y géneros, como el clásico, que no muchos grupos abordan en estos días. ¿A quienes mencionarían como sus principales influencias?

Música de todos los géneros: Ravel, Yamandú Costa, Inhumankind, Bach, Rameau, Purcell, Vaughan Williams, Tin Hat, Os Mutantes, Mr Bungle, Brad Mehldau, The Bad Plus, Camarón.

¿Qué opinan de la música de hoy en día?

Creemos que siempre hubo música buena, en cualquier momento de la historia. Otra cosa es que no siempre va de la mano con el ámbito comercial.

¿En qué fue lo que más los afectó la Pandemia como grupo?

Buf, en muchas cosas, sobre todo en los plazos; teníamos pensado grabar un año antes de lo que se grabó. También fué complicado juntarse para ensayar. Y lo peor, ¡Cero conciertos en meses!

¿Cuáles son sus próximos proyectos?

Venimos de colaborar con dos grandísimos artistas y amigos, Fajardo y Capitán Bazofia; el resultado de podrá descubrir después del verano. También compusimos la música para un documental de producción francesa sobre un pueblo fronterizo entre Argentina y Chile, que verá la luz este agosto.

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Seis Cientos, Sesenta Y Cinco

Estoy a un solo número de condenarme al infierno;

requiero un último pecado sobre mi alma

y estaré bien muerto, ¡muerto y chamusqueado!,

y no hallaré perdón ni compasión entre las llamas.

 

Levanto ahora mi plegaria al cielo…

y advierto que no siento arresto alguno de arrepentimiento.

Traigo, en cambio, una súplica sincera;

pues anhelo padecer, cuanto antes, mi tormento.

 

He pecado, lo confieso con orgullo.

He incurrido en todo crimen y probado todo vicio:

asesiné a tres hombres por mero capricho,

arrojé a mi padre desde lo alto de un edificio,

 

he violado, he robado, he mentido y traicionado,

he votado por el PRI, he votado por el PAN,

he golpeado a mi propia madre

y he encomendado mi vida entera a los fervorosos brazos de Satán.

 

Créanme los santos, confírmenme los pecadores:

si habremos de enlistar toda suerte de maldad ante la cual sucumbir,

verán que no existe el seis seis seis.

665 es todo lo que podemos maldecir.

 

Satanás, ¿dónde estás?

Muéstrame el camino; cumple mi destino.

No me orilles a hablar con él;

no me empujes a serte infiel.

 

Dios de gloria, dios fulgente,

tú que sí estás aquí a mi lado,

dime por qué, ya no siendo omnipresente,

después de todo, todavía no me has abandonado.

 

Abandonaste en las profundidades del subsuelo

a tu precioso ángel de la luz.

Abandonaste a tu propio hijo encarnado,

dejándolo morir en una cruz.

 

Olvidaste la canción de las montañas,

inmóviles ya ante la más grandiosa fe.

Desposeíste de su tela a las arañas,

privaste a la tierra de su natural color café,

 

despojaste a la flor de su perfume,

arrancaste el azul del ancho mar.

Todo arcángel ha quedado implume

desde que decidiste no volverlos a mirar.

 

¿Por qué irrumpiste artificioso en las letras de mi poema

si éste era un himno a Lucifer?

¿Por qué te clavas en mi corazón? ¿Por qué no te vas?

Déjame solo, déjame ser.

 

Satanás, ¿dónde estás?

Muéstrame el camino; cumple mi destino.

No me obligues a creer en él;

ven y enséñame el pecado número seis seis seis.

Kobda Rocha

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Ódiame

¡Ódiame! Hazlo, por favor. Ódiame con fervor, con alevosía, por piedad, por empatía. Vacía mi alma, traiciona mi voz boscosa y hosca. Declara al mundo guerra con áspero clamor. Arrebátame tu imagen; olvídame tu nombre, astro ingente, ostral fulgente, estro sublime de poesía. Promueve presta mi agonía. Mírame llanamente como el sol a la flor; que tu sombra mi asombro alfombre. Dulce numen iridiscente, abandóname, silencia mi voz, magúllame, convierte tu figura en mi adversario, miénteme si es necesario.

Soy un hombre solitario, recuérdame; mi papel en el teatro humano es odiarlo todo: odiar al mundo, maldecir a dios, aborrecer lo bueno y lo vano, negar la fortuna, descreer del amor, desmentir la alegría, perder la fe, llorar a diario. ¡Nunca hubo sonrisa en mi rostro! ¡Jamás gocé alborozo gustoso! Cabizbajo, me deprimo, me enfurezco, me odio. Absurdo intento el suicidio a menudo: absurdo episodio.

¡Ódiame! Quiero estar vacío, quiero ser el mismo mimo sombrío, el mismo asno egoísta de siempre. Sé vivir con él; sé lidiar conmigo. ¡Ódiame! Quiero ser valiente, encarar a la muerte, enfrentar mi apellido, vencer mi bandera. ¡Ódiame! Adoro ser perenne. ¡Ódiame! ¡Ódiame! ¡Ódiame!

¿Qué debo decir para emprender tu rencor? ¿Qué debo hacer para olvidarme tu amor? Si me odiaras, sería más fácil vivir, no temería, no vacilaría, sería más fácil morir. Quisiera morir solo, sin ti, sin esta preocupación, sin este amor. Quisiera quererlo. Quisiera odiarte.

…quisiera odiarte, pero es demasiado tarde, ya no puedo dar marcha atrás, ¡te amo! Soy un producto más del cliché, soy un hijo de la farsa, soy un hombre estúpido más que se enamoró. ¡Ódiame! Hazlo, por favor. Quiébrame el corazón, rompe mi vida, tuerce mi alma. Hiende fiel desdén en mi pecho e ignora mi existencia. Quebrántame la voluntad, dedícame tu displicencia. De otra forma, podríamos encontrar en ambos calma; podríamos alcanzar peligrosa y celestial felicidad, pasar la vida juntos en dilección y afinidad.

¡Ódiame! Créeme, es lo mejor. De otra forma, estaremos condenados al amor.

Kobda Rocha

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Lentitud

¡Oh, gran cualidad de pensadores, vagos y mirones! La lentitud es una característica que hoy día pocos humanos poseen. La lentitud es un don. Puesto en las magníficas palabras de Kundera: “El que corre a pie está siempre presente en su cuerpo, permanentemente obligado a pensar en sus ampollas, en su jadeo; cuando corre siente su peso, su edad, consciente más que nunca de sí mismo y del tiempo de su vida.” Contrariamente, el acelerado, el veloz, el que viaja en automóvil, el que apresura su ritmo para ganar minutos en el reloj, ése vive ajeno a sí mismo, no se conoce, no se reconoce dentro de su propio cuerpo ya que existe al ritmo de una máquina, al ritmo acelerado de una tecnología que lo supera.

La velocidad, como propone Carl Honoré, convierte a las personas en seres atareados, agresivos, ocupados, apresurados, estresados, impacientes y superficiales. En cambio, la lentitud torna al individuo en un ente sereno, cuidadoso, pacífico, tranquilo, paciente y reflexivo. Lo rápido se vuelve impreciso y banal; lo lento se vuelve sabio y profundo. Como referencia, recomiendo la Pequeña Teología de la Lentitud de José Tolentino Mendoça. Quizá con dicho texto, no hubiéremos necesitado la mención de los ejemplos siguientes.

  1. Conducir por la carretera a gran velocidad aumenta la probabilidad de accidentes, de muerte y estrés. Conducir lento amplia las opciones para disfrutar el viaje: platicar con el copiloto, apreciar el paisaje, mirar la ciudad y notar lo pasajero, por mencionar las primeras que vienen a mi mente.
  2. Contraer matrimonio con rapidez aumenta la probabilidad de equivocación, de divorcio, de infelicidad. Tomarse su tiempo para conocerse, para enamorarse, para decidirse, para planearse, para comprometerse, en fin, para casarse, brinda la ingente sensación de plenitud satisfactoria, el amor y el tan anhelado “vivieron felices por siempre”.
  3. Comer rápidamente disminuye el gozo, el placer de saborear, y también provoca problemas digestivos. Comer lento, encomendarse a la misión de la comida lenta (como lo nombrara Petrini), es una actividad que desarrolla el paladar, fomenta el reconocimiento alimenticio y aporta un tinte selectivo ante la complejidad gastronómica.
  4. Ver una pintura o una escultura sin detenerse en los detalles, sin tomarse varios largos minutos para apreciarla, para mirarla desde diferentes ángulos y perspectivas es como ver una película en cámara rápida o escuchar un disco adelantando las canciones rápidamente. Es decir: no detenerse a apreciar una obra es lo mismo que no haberla visto jamás.
  5. Las artes escénicas (el teatro y la danza por ejemplo) están situadas y desarrolladas en tiempo más que en espacio, por lo que no se las puede apreciar rápido, pues la velocidad es establecida por el artista… Y, aun así, ya se inventó el microteatro y demás obras rápidas que da tristeza siquiera nombrarlas.
  6. La literatura está situada más en un espacio que en un tiempo. Sin embargo, leer rápidamente también despoja a este arte de su sentido profundo, filosófico, kalokagático y sublime, convirtiéndolo en una actividad llana, simple, hueca e incluso sin sentido.
  7. Las decisiones hechas con rapidez son erróneas, irracionales, basadas en una mera intuición básica e instintiva. Las decisiones hechas con lentitud son premeditadas, analíticas, consideran aspectos profundos más allá de la atracción superficial y genésica hacia lo decidido.
  8. Como ejemplo extremo: pensar rápido… ¿En verdad será pensar? Para responderlo, habrá que detenerse a pensarlo, ir lento, analizar con calma, lento, pensar de veras, tomarse su tiempo para pensar, pensar lento, pensar profundo, pensar significativamente.

La velocidad, en síntesis, quita a las cosas su derecho a ser percibidas completamente, a ser disfrutadas fracción a fracción, a ser comprendidas y a ser debidamente procesadas. Ir rápido es ir descuidado. En cambio, la lentitud es precisión y profundidad. Lo lento está dotado de un sentido total. Porque lo rápido es imperceptible: ver sesenta dibujos en un minuto es prácticamente no ver ninguno; mirar uno solo en un minuto es fijar toda la atención en él, poner concentración e inteligencia en su reconocimiento. Lo rápido es vano; lo lento es sublime.

¿Y qué tiene que ver todo esto con la música? Desde hace ya varios años se ha puesto de moda la velocidad. En el ámbito del metal, cualquier subgénero del mismo, la tendencia es ir lo más rápido que se pueda. Todos los músicos quieren tocar cada vez más y más rápido; y los escuchas quieren escuchar música cada vez más y más veloz. ¿Y dónde queda el aspecto excelso de lo preciso, de lo profundo, ese carácter que dota a la música con una totalidad de sentido? ¿Dónde se ha dejado la capacidad de apreciar lo pausado, lo lento, lo acompasado? El gótico, el doom, el dark eran géneros lentos, oscuros, con más ambiente que notación musical; ahora suena todo a la misma velocidad que el technical death metal, perdiendo su personalidad, su unicidad, su esencia. Ya no se escuchan canciones con Rowboat de Coal Chamber… y ya tampoco existen personas que al escuchar dicha canción se emocionen, reconozcan la complejidad y la maravilla de esa lentitud. El death metal solía entregar piezas como Bloodfreak de Murder Squad que ahora son ignoradas y hasta desprestigiadas. Canciones como A Dying God Coming Into Human Flesh de Celtic Frost son raramente apreciadas, son dejadas de lado por canciones notadas en semicorcheas como mínimo. Dos Metros Bajo Tierra de Transmetal y Aquí No Es Dónde de Resorte son ejemplos de que la lentitud no es menor ni de más baja calidad ni menor potencia que la velocidad; por el contrario, incluso la lentitud puede llegar a ser aún más devastadora que la rapidez. Para prueba, el efecto de Slowly Burnt To Death o de Threading On Vermillion Deception. Es momento de detenernos por un momento frente a una pintura y sacar la mejor apreciación de ella; es momento de caminar despacio por la calle y mirar con atención todos esos detalles que la velocidad nos han negado; es momento de hacer música lenta y regresarle el sentido, la esencia y la calidad.

Kobda Rocha

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Sólo para machos

Alguna vez escuché a viva voz de un amigo cercano que el rock (y derivados) es un género musical reservado para hombres. Tras escucharlo, sinceramente, primero me dio mucha risa de ver que alguien pensara de tal manera, pues yo jamás lo había visto así, ya que para mí la música es algo más profundo, conceptual y artístico; sin embargo, tampoco pude refutarlo limpiamente, pues algo dentro de mí no estaba totalmente convencido ni de una ni de la otra postura. Esa noche llegué a mi casa, donde tengo toda una pared cubierta de lonas organizadoras de CDs (como las que utilizan los comerciantes en los tianguis), y puse atención a las portadas de mis discos y noté que efectivamente hay una cantidad enorme de contenido sexista en la música en cuestión.

Cabe mencionar que mi colección asciende a un total de 190 discos compactos. Dentro de ese repertorio se encuentran los siguientes, por nombrar sólo algunos pocos: Enema of the States de Blink 182, donde está la actriz porno Janine Lindemulder vestida de enfermera y creo que eso ya lo dice todo…; ¿Dónde Jugarán las Niñas? de Molotov, donde se encuentra una colegiala con los calzones bajados hasta las rodillas y creo que también ya con eso se entiende el concepto…; Around the Fur de Deftones, donde está Lisa Hughes en ropa interior, de cuya foto se han dicho muchas cosas diferentes pero que al final sigue siendo una mujer semidesnuda, rasgo que se acentúa al verla junto a otras portadas…; Sodomizado Estás de Primeras Impresiones, donde se encuentra Sabrina Sabrok, la mujer con los senos más grandes del mundo, medio vestida con cuero, estoperoles, cadenas y mucha sensualidad…; el disco compilatorio Testosterona, donde está la actriz porno Tera Patrick de rodillas y semidesnuda (sólo porque es la portada, ya que en el interior sí aparece completamente desnuda)…; Worm Infested de Cannibal Corpse, donde está una mujer con la vagina infestada de lombrices…; Erotic Diarrhea Fantasy de Torsofuck, donde están dos mujeres cubiertas con excremento besándose apasionadamente…; Depósitos de Semen de Semen, donde está una mujer recibiendo en su cara la eyaculación de al menos ocho hombres al mismo tiempo…; y así sigue la lista, pero por cuestiones prácticas bastará con las mencionadas.

Después comencé a pensar en el contenido más allá de las portadas y me encontré con que hay más y más sexismo cuanto más a fondo lo analizaba, incluso en los discos cuyas portadas no reflejan ningún atisbo de misoginia. Por dar algunos ejemplos están Te Quiero Puta de Rammstein, Rastaman-dita de Molotov, El Llamado de la Hembra de Transmetal, My Latex Queen de Dark Funeral, Zorra de Genitallica, Cameltosis de Korn, Mecosaurio de Brujería, Fish On de Lindemann, Blowjob Barbie de Blood God, Amor Marrano y Y Tu Mamá También de Asesino. Y de igual manera la lista sigue y sigue y sigue…

Luego de esta revisión selectiva del material discográfico, comencé a tomar un poco más en serio las palabras de mi amigo cuando dijo que el rock (y derivados) está reservado para los hombres. Con seguridad, no he de ser el único que haya escuchado semejante aseveración, pues es una opinión muy arraigada en la tradición tópica del género, sobre todo cuando se trata de las acepciones más brutales del metal pesado. Es algo así como cuando se piensa en la plomería o la albañilería: automáticamente, al oír nombrar tales profesiones, es inevitable pensar en hombres desempeñando tales labores. Y claro que es posible que una mujer sea albañil o plomero; de hecho, hoy en día sí existen (no a proporciones cuantiosas pero el hecho es que las hay), y esto no es algo insólito, pero el punto es que en una plática con los amigos, los colegas o la familia, al mencionar la palabra “albañil”, la primer idea que se cruza por nuestra mente es la de un hombre desempeñando ese papel. Lo mismo pasa, pues, con el rock, el metal y similares. Es cierto que en los últimos veinte años la escena ha dejado camino abierto para que las mujeres se desenvuelvan en este género musical (tanto al escucharla como al tocarla) aunque en contraparte, fuera de lo contextual, tampoco se ha visto el tanto interés a nivel de profundidad como se lo ve en los hombres. Quiero decir, se ven mujeres ejecutando la música, tocando algún instrumento, cantando, etcétera, pero no se las ve componiendo, conceptualizando, produciendo trabajos tan complejos y laboriosos como los hombres. Esto se hace evidente al comparar el grado de dedicación que las mujeres han puesto en otros géneros donde sí hay muchísima presencia femenina, por ejemplo en el blues, el jazz, el pop, el rap, el hip hop, el bossa nova, el country y, por supuesto, los ritmos tropicales. En todos estos géneros musicales (y en muchos otros tantos) sí hay un desenvolvimiento femenino notorio… pero el metal parece construir una barrera que pocas mujeres logran penetrar. Todo esto sin mencionar que los hombres también se han encargado de enclaustrar el género en una costumbre no sólo masculina sino machista además.

La situación, supongo yo que soy hombre, no tiene solución desde la perspectiva de un hombre, quizá deban ser las mujeres quienes nos aclaren esta enramada de misoginia musical. Y no es responder si el metal es un género de hombres (sobre todo algunos subgéneros más extremos, repito) porque eso es claro que sí contiene mucha testosterona, lo cual es evidente y a cualquier mujer pondría incómoda con sólo ver una docena de portadas de discos, sino que es responder si se sienten en verdad atraídas hacia este tipo de música o si en la profundidad sea cierto que no les gusta o incluso que no lo entienden. Para explicar esto último vuelvo a poner el ejemplo de la albañilería: aunque es un oficio casi exclusivo de hombres, quienes nos dedicamos a la albañilería no lo hacemos por gusto, al menos no un gusto natural, puede que con el tiempo y la costumbre se vayan encontrando cosas buenas en el trabajo pero no es el anhelo de nadie ser albañil, lo hacemos por necesidad, porque es lo que sabemos hacer, porque no tenemos estudios ni preparación para ninguna otra profesión o porque es en lo único que hemos encontrado trabajo y contrato para ganar un poco de dinero y mantenernos con vida, alimento y vestido; sin embargo, la albañilería no es el sueño máximo de ningún hombre, no es la aspiración suprema de nadie, de hecho, y por el contrario, se encuentra en los niveles más bajos de la escala laboral, apenas por encima del basurero y el pepenador. Lo importante aquí es que, si ni siquiera a los hombres les gusta la albañilería, ¿por qué entonces hay mujeres que quieren ser albañiles? ¿En verdad ellas sí disfrutan desempeñando ese trabajo? ¿O entramos en los territorios del feminismo (donde en estos tiempos es inútil discutir por razones que también resultan inútiles plantearlas)? Es decir, si el metal carga con una tradición masculina, machista, misógina, es porque los hombres así la han moldeado (acaso a su imagen y semejanza), la pregunta es ¿a las mujeres les gusta eso? ¿O por qué se acercarían a una música que las denigra, las utiliza y las sexualiza? ¿Entienden de lo que se trata al menos? ¿O lo hacen por un impulso feminista de romper con esas barreras masculinas? ¿O simplemente son tan redundantemente simples que escuchan metal por las mismas simples razones por las que escuchan reguetón?

Tal vez sea un dilema que a nosotros los hombres se nos ha negado entenderlo…

Kobda Rocha

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