Puntaje del Disco: 8
- It’s On!: 8
- Freak on a Leash: 10
- Got the Life: 8
- Dead Bodies Everywhere: 8
- Children of the Korn (con Ice Cube): 7,5
- B.B.K.: 8
- Pretty: 7,5
- All in the Family (con Fred Durst): 3
- Reclaim My Place: 9
- Justin: 8
- Seed: 9
- Cameltosis (con Tre Hardson): 9
- My Gift to You: 9
«Renovarse es vivir» dice la sabiduría popular, y si una banda puso en práctica esa filosofía en la música pesada, fue definitivamente Korn. Luego de un primer disco revolucionario, el autotitulado ‘Korn‘ de 1994, el grupo de California repitió tándem creativo para su continuación, el flojo Life is Peachy. A sabiendas de que el productor Ross Robinson había dado todo lo que tenía para ofrecer, el quinteto decidió probar nuevos oídos para buscarle una nueva vuelta a su ya de por sí particular sonido.
Así, bajo la tutela de los productores Steve Thompson y Toby Wright, Korn dio forma al álbum que los catapultó al mainstream y marcó el modo de hacer metal en el siglo XXI. El título del disco, «sigan al líder«, no resulta antojadizo.
Ya desde el principio, el track «It’s On» muestra los principales cambios en el sonido del grupo. El dinero ingresado no sólo les permitió casas, autos y excesos, sino también equipos. Munky y Head, los guitarristas, gastaron miles de dólares en pedales de efectos y así, a los machaques de distorsión compacta que ya eran su marca registrada, agregaron texturas espaciales, acuáticas o estáticas. Nadie los tildaría de virtuosos del instrumento, de hecho, ellos son los primeros en dar por tierra dicha noción, pero a la usanza de The Edge, de U2, aprendieron que dos notas condimentadas con chorus y delay, pueden decir más que mil tocadas a la velocidad de la luz.
A pesar de estos cambios, que refinaron el sonido crudo de sus dos primeras placas, la voz de Jonathan Davis continúa dominando el panorama, sin perder agresividad, pero haciendo gala de un matiz más melódico.
Estas aproximaciones engendraron las mejores canciones de Korn oídas hasta el momento: el segundo tema es nada menos que «Freak On A Leash», clásico instantáneo del grupo, obligatorio en cada concierto, por cambio de ritmos, un ida y vuelta entre la agresividad y el misterio y el pulsante scatt de Davis en el interludio, todo esto difundido por un videoclip espectacular. Los aciertos se suceden: «Got the life» (con una sorpresiva base disco), «Dead bodies everywhere», que comienza como una tétrica canción de cuna, y el elemento hip-hop que regresa con un peso pesado del género, Ice Cube, quien comparte el micrófono con Davis en «Children of the Korn». Lo mismo hace el por entonces todavía ignoto Fred Durst, de Limp Bizkit, en «All in the family», una batalla de rap bobalicona que constituye el único punto flojo del álbum.
«Reclaim my place» y «Justin» susurran algunos visos funk en el ritmo de sus guitarras, mientras que «Seed», de 6 minutos de duración, exhibe una oscura estructura progresiva. Ya cerrando el disco, «Cameltosis» y «My Gift to you» constituyen lo más parecido a las baladas de amor que el quinteto era capaz de cranear. La primera en forma de un rencoroso y mustio rapeo, con Tre Hardson, del grupo Pharcyde, a cargo de la mayoría de las voces. La segunda, como una épica y furiosa tonada que describe las retorcidas fantasías sexuales del cantante. Del bonus track oculto, «Earache my eye», no hay mucho que decir, ya que se trata más de una broma que de otra cosa.
Luego de dos discos enmarcados en el innovador sonido que supieron crear, Korn no se durmió en los laureles, se animó a salir de su zona de confort y entregó uno de los mejores álbumes de rock para el nuevo milenio.
Camilo Alves