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Cenagoso Corazón

Me asalta repugnante penitencia

de mísera desdicha como un trueno,

posando su mugrienta pestilencia

en mi enlutado corazón de cieno.

 

Habita en mis entrañas un enjambre,

mi pecho es torbellino tempestuoso,

mis ojos han cubierto de cochambre

un légamo negruzco y pantanoso.

 

Encuentro mis sonrisas enlamadas,

mis sueños bajo charcos de pecina

y están mis esperanzas enlodadas,

bañadas de miseria peregrina.

 

Mi cuerpo troquelado con horrura,

mis manos expeliendo del marjal,

cubierta mi existencia de amargura,

mi vida es horroroso tremedal.

 

Mi alma es asqueroso atascadero,

cadáver descompuesto, mansuefacto;

mi mente es turbulento y sucio estero,

enteco, inútil leño torrefacto.

 

Flotando en vomitivos barrizales,

henchido estoy de hediondas fetideces,

hundido en apestosos cenagales,

inmerso en repulsivas sordideces.

 

Infausto, vil, aciago, y viejo guango,

tan leso de inmundicia en lo bascoso,

un rancio y ruin tarquín de limo y fango,

lo vómico en las heces de lo astroso.

 

Revuelco en gran marisma porquerías,

mefíticos desfiles de terrores,

deyecto entierro en las cochinerías

mis fétidos pesares sinsabores.

 

El día que se acabe mi existencia

y vuelva el barro al barro maloliente,

será mi negra tumba una insolencia

contra el planeta y su maldita gente.

 

Del camposanto al lodazal profundo,

sin más sepulcro que el fangal inmenso,

me hace cosquillas la maldad del mundo

y hago concomio del dolor intenso.

 

Kobda Rocha

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