David Bowie – Glass Spider Live (2008)

Puntaje del Disco: 6

Disco 1:

  1. Intro/Up The Hill Backwards: 4
  2. Glass Spider: 6
  3. Day-In, Day-Out: 2
  4. Bang Bang: 4
  5. Absolute Beginners: 7
  6. Loving the Alien: 8
  7. China Girl: 8
  8. Rebel Rebel: 6
  9. Fashion: 7
  10. Scary Monsters (and Super Creeps): 6
  11. All the Madmen: 4
  12. Never Let Me Down: 7

Disco 2:

  1. Big Brother/Chant of the Ever-Circling Skeletal Family: 7
  2. ‘87 and Cry: 5
  3. Heroes»: 6
  4. Sons of the Silent Age: 4
  5. Time Will Crawl: 7
  6. Young Americans: 8
  7. Beat of Your Drum: 5
  8. The Jean Genie: 4
  9. Let’s Dance: 8
  10. Fame: 6
  11. Time: 8
  12. Blue Jean: 7
  13. Modern Love: 8

En 1974 David Bowie podía vestirse como un marciano andrógino o un pirata distópico, montar un show plagado de artificios teatrales y lucir un peinado mullet. Todo eso lo convertía en el epítome de lo cool, 13 años después, por hacer básicamente lo mismo, era visto como un payaso cursi con música mediocre. Y este ataque no vino sólo por parte de la prensa o el público más intransigente, vino del propio Bowie unos pocos años después.

¿Por qué sucedió esto, si la gente le había estado reclamando un nuevo disco teatral alla Ziggy Stardust prácticamente desde que ‘mató’ al personaje? Por empezar, en 1987 Bowie ya tenía cuarenta años y la crisis de la mediana edad empezaba a agobiarlo. A esto hay que sumarle que la gira con la que regresó a la teatralización no era en apoyo de una joya del rock n’ roll como el álbum Ziggy Stardust, sino de un producto genérico de los 80 titulado Never let me down.

Toda esta debacle ochentosa fue inmortalizada en el álbum doble y video hogareño (luego DVD) Glass Spider Live, sin dudas, uno de los trabajos que Bowie nunca debe haber puesto en su Home Theatre. Verse arriba de un escenario ataviado con un traje dorado, botas de vaquero con alas, tocando una de esas ridículas guitarras sin clavijero, es una situación de la que nadie quisiera tener memoria, mucho menos registro fílmico.

Pero vamos a la música, que es, al fin y al cabo, lo que importa. Al ser el souvenir de la gira presentación del LP Never Let Me Down, fue la primera y última oportunidad de escuchar esas canciones en vivo. El disco abre con una introducción en la que Carlos Alomar realiza un tapping onanista sobre su guitarra, de una saturación y grandilocuencia tales, que el propio cantante le ordena que se calle. A continuación, una suerte de segunda introducción toma forma en “Glass Spider”, un ejercicio de experimentación pretenciosa, que nos hace añorar a Brian Eno y la etapa de Berlín. Las canciones hechas y derechas comienzan de la mano de “Day in-Day out”, con facilidad una de las peores composiciones del británico. Le sigue la inocua “Bang Bang” y finalmente recibimos algo de cierta calidad en las notas de “Absolute Beginners”. “Loving the alien” y “China Girl” mantienen el buen nivel. Lamentablemente, llega la hora del primer clásico aggiornado al procesado sonido de la época. La víctima es “Rebel Rebel”, con su característico riff pasado por una distorsión pasteurizada y unos arreglos de sintetizadores a todas luces prescindibles. Un escarnio aún peor sufre “All the madmen”, aquella sentida balada del oscuro “The man who sold the world”, dedicada al hermano de Bowie, Terry, encerrado por ese entonces en un manicomio. La plasticidad con la que fue versionada y la desganada interpretación vocal, hacen pensar que el Bowie de los ochenta no hubiese reconocido a su yo de 23 años si lo hubiese cruzado por la calle. Para terminar esta primera parte, el disco cierra con “Never let me down”, quizás la mejor canción del álbum homónimo, con algunas no tan sutiles referencias a John Lennon.

El segundo disco abre con unos molestos bronces sintetizados que inauguran otro clásico, “Big Brother”, y resumen lo que será el resto del LP: canciones nuevas y canciones clásicas, tocadas a lo loco, con el sempiterno colchón de teclados y ráfagas de guitarras chirriantes atacando por ambos lados del estéreo. Quizás las versiones de “Young Americans” o “Time” no estén del todo mal, y las composiciones de la época resistan la sobreproducción, pero al finalizar el álbum, la sensación es la de haberse dado un festín de un plato desabrido.

Quince años después de esta gira, David Bowie definió esta etapa como “mi época Phil Collins”. ¡Vaya gran verdad!

Camilo Alves

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