No he venido con reproches polvorientos,
no pretendo rezumar la desazón,
yo no cargo con seglares sentimientos
ni tampoco visto fardos de rencor.
Yo he vivido multitud de iniquidades;
como el mártir de la iglesia en su misión,
es mi vida sucesión de adversidades,
es mi pecho el recipiente del sopor.
Procuré los buenos modos sin preludio,
dediqueme a lo correcto y al deber,
mi objetivo fue el camino del estudio,
los inmensos beneficios del saber.
Invertí mis años mozos al trabajo,
ciudadano más altivo que ejemplar.
¡Pero el mundo es un maldito escupitajo,
un pantano, una marisma, un huracán!
Fue terrible mi accidente desdichado,
fue solombra, fue penumbra, fue acritud;
ahora soy un pobre inválido lisiado
sin estima, sin sonrisa y sin quietud.
«No es el fin» dicen los sanos optimistas,
«No te rindas» dijo empático el doctor,
pero yo sé bien que es voz de conformistas,
resignados a vivir con su dolor.
No hace falta ver al cielo prosternado,
pues rezar no cambiará lo que pasó;
es inútil suplicar arrodillado
porque dios es otro imbécil como yo.
Impotente mentecato desvalido,
si me aguarda, si me escucha o si me ve,
sordomudo indiferente y aburrido,
ni me ayuda ni me entiende ni me cree.
Hoy, por eso, invoco presto a los demonios,
a las flamas del infierno ruego yo
que al honrarme con sus dignos testimonios
me concedan lo que el cielo me negó,
que la gloria del averno sea la cura
de la tirria que este mundo puso en mí,
que en mi alma la bicorne fiel creatura
haga merma de mi pena y mi sufrir.
Pido atento en justo pacto una avenencia,
un contrato que se cumpla a toda ley:
quiero un poco de alegría en mi existencia,
luego a cambio depondré al sumo rey.
Cuando muera, iré al vergel a sublevarme
y daré un golpe de estado contra dios;
hallaré la forma idónea de vengarme,
lograré lo que ni el diablo conquistó.
Kobda Rocha